Empieza la Semana Santa con la
llegada del domingo de Ramos. Recuerdo cuando era pequeño,
si es qué alguna vez lo fui, cosa que tengo mis dudas, que
los mayores decía: “Domingo de Ramos, el que no estrena nada
se le caen las manos”. Al principio, cada Domingote Ramos,
me miraba las manos y a pesar de no estrenar nada, seguían
en su sitio. ¡Menos mal!. Porque de cumplirse la frase que
decían los más antiguos de la ciudad, mi generación, esa
generación perdida, nacida después de la guerra, hubiese
sido, sin lugar a duda alguna, una generación de mancos.
Había excepciones, como siempre las ha habido y la seguirá
habiendo, aquellos niños de los pudientes que eso sí que
estrenaban algo cada Domingo de Ramos. Una vez recuerdo que,
uno de ellos, me enseñó unos calcetines que había estrenado,
mientras otro amigo y yo nos “tagelabamos” una algarroba que
habíamos sustraído del camión que se las traía a Borras. No
habíamos conseguido estrenar ningún calcetín, pero la
algarroba nos sabía a gloria pura. ¡Qué eran unos
calcetines, al lado de nuestra algarroba?. Nada, como se
dice vulgarmente, un jardín sin flores.
La verdad es que, los Domingos de Ramos, me traen recuerdos
imborrables, no en vano uno vino al mundo un Domingo de
Ramos a las seis y media de la tarde. No se podrá quejar mí
madre del asunto porque ella, gracias a mí, si que había
estrenado algo, mi llegada a este mundote nuestras culpas.
Hombre, no es que mí llegada fuese la alegría de la huerta,
porque la llegada de una boca más a la casa de un pobre, no
es como para tirar cohetes pero las cosas como son, fue todo
un acontecimiento que, según dicen, lleno a mis padres de
alegría y felicidad.
Nada más nacer, aunque algunos no se lo quieran creer,
descubrí cosas muy importantes que marcaría toda mí vida.
Pues esas cosas que descubrí, nada más nacer, me vinieron a
demostrar que había llegado a un lugar, donde nada era de
color de rosa y, mucho menos, para todos aquellos, que nos
iba a tocar pasarlas canutas.
De momento, nada más llegar a este mundo y abrir estos
pedazos de ojos que se tiene que comer los asquerosos de los
gusanos, descubrí la primera mentira,. Y esa primera mentira
fue la de descubrir que ningún niño viene con un pan debajo
del brazo. Me bastó, simplemente, echar una mirada a mis
axilas para comprobar, con toda la facilidad del mundo, que
nada más llega a él te están mintiendo.
Esta primera mentira, nada más nacer, me ha servido con el
paso del tiempo, que el mundo en el que vivimos, es un
cúmulo de mentiras, donde sólo hacen carrera los mejores
embusteros contándote las mejores mentiras o las mentiras
mejor contadas.
La única verdad que existe, sin duda alguna, es que todo es
mentira. Y que vivimos, aferrándonos a todas esas mentira
que nos cuentan, con el único deseo de que todas ellas, un
siglo de estos, se puedan convertir en una realidad que nos
lleve a un mundo mejor.
De momento, el Domingo de Ramos, si puede estrene algo y,
sino no se preocupe no se le van a caer las manos.
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