Tras haber debutado con su compañía con la obra Belmonte, la
danza hecha toreo –la cual se representó el pasado año en
las Murallas Reales–, Rubén Olmo se plantea con Pinocchio un
nuevo reto. Actualizando la estética original de la novela
(con una fuerte influencia de la Commedia de’ll Arte), se
sirve de la naturaleza de su protagonista, un títere, para
aprovechar al máximo su extraordinaria capacidad para la
expresividad corporal. Un control físico del movimiento y el
espacio que permite elevar la coreografía a un ejercicio de
virtuosismo. De este modo, el público al que se dirige
Pinocho quiere ser universal, más allá del tópico “para toda
la familia”, como se pudo comprobar ayer en el auditorio del
Siete Colinas.
Por otro lado, el espectáculo que plantea la Compañía Rubén
Olmo es una adaptación absolutamente fiel al espíritu que
animaba a Carlo Collodi –autor del cuento– y, junto a
escenas conocidas por todos, incorpora otras que,
ayudándonos a comprender mejor al personaje, hacen avanzar
el relato y permiten desarrollar la base flamenca.
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