Como no podía ser menos el rifeño
emigrado hace casi treinta años a la acogedora, tolerante y
pánfila Europa, vía Bruselas, cantó al ser detenido hasta
sus “nanas” de la infancia. Abdelkader Belliraj habría
denunciado al menos a veinte colaboradores (casi todos
emigrantes de origen magrebí), residentes en esos Países
Bajos que tan cándidamente le habrían concedido la
nacionalidad y en los que su grupo terrorista habría
cometido varios asesinatos: entre ellos el de un homosexual
belga, dos ciudadanos judíos y tres musulmanes entre los que
se encontraría un imám, acusados de cuestionar la infame
fátua del criminal Jomeini, a la sazón fundador y presidente
de la República Islámica de Irán, condenando a muerte al
escritor Salman Rusdie; esa dictadura de clérigos islámicos,
régimen de base islamofascista, con el que tan incauta y
alegremente Rodríguez Zapatero, Presidente en funciones de
España, juega al “Diálogo de Civilizaciones”, al igual que
el fundador y responsable de la Comunidad Islámica de España
(CIE), mi apreciado amigo el converso andaluz Mansur
Escudero, bien conectado con Teherán.
También estos días han sorprendido en Marruecos
(curiosamente, pues los marroquíes tienen a buen criterio no
asombrarse nunca de nada) las declaraciones de Ahmed
Herzenni, presidente del “Consejo Consultivo de Derechos del
Hombre” (CCH), confirmando que secretario general del
partido “Al Badil Al Hadari” (Alternativa Civilizacional),
Mustafá Moâtassim, actualmente en prisión acusado de
pertenecer a la red terrorista tejida por Belliraj, le
habría confiado en 2005 (ya se lo había comentado a ustedes
el otro día, repasen el culebrón) delicadas informaciones
sobre movimientos terroristas a los que habría tenido acceso
por una serie de confidencias sobre las que Herzenni, por
supuesto, se habría apresurado a poner en conocimiento (a
expresa petición de Moâtassim) de los responsables de la
DGST. A ver por donde salen ahora los tiros.
En lo que a Europa (y España) respecta se pone una vez más
en evidencia las facilidades que, aprovechando sociedades
abiertas y de estructura democrática, han encontrado para
medrar hasta el momento peligrosísimos elementos (Belliraj
en este caso) conectados con las redes del islamismo
extremista que, en la mayoría de los casos, no son sino la
reserva y la antesala del terrorismo. ¿De qué porcentajes
podríamos estar hablando dentro de los 12 millones de
musulmanes emigrados a Europa? Asociaciones de diferente
pelo (de derechos, inmigrantes o de hermanitas de la
caridad) pueden empezar a ponerse al pino, gritar sus
consignas y tirarse de los pelos o, si lo prefieren, liarse
un buen canuto, pero empieza a ser hora de hacer una criba
separando el trigo de la paja. Nos va en ello la seguridad;
nos estamos jugando el futuro. Urge pues la puesta en marcha
de medidas preventivas que, países emisores y amigos como
Marruecos, no pueden dejar de contemplar con simpatía sin
rasgarse las vestiduras. Mismamente en Ceuta, sobra un buen
puñado de radicales y extremistas en buena parte de
nacionalidad marroquí (otros son españoles). Estoy bien
seguro que Rabat vería con buenos ojos en cuanto a los suyos
que, primero, se dificultara su infecciosa labor y, luego,
se les remitiera amablemente a cruzar El Tarajal. A paso
ligero. Digo.
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