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OPINIÓN - JUEVES, 13 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Salvador de la Encina
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Corría octubre cuando Salvador de la Encina aceptó ponerse al frente de una tarea que le había sido propuesta por los mandas de Ferraz: cerrar la sede de Daoíz y dirigir la necesaria fumigación que el local estaba pidiendo a gritos.

La noticia causó el consiguiente revuelo y con gran celeridad salieron a escena los llamados críticos, encabezados, cómo no, por el indecible Aróstegui, dispuestos a impedir por todos los medios que el diputado por Cádiz se saliera con la suya. Y a fe que lo intentaron con todas sus fuerzas y tretas posibles; si bien fueron derrotados por un político brillante, nacido en Ceuta, y que había dado ya pruebas evidentes de estar en posesión de un valor seco y sereno, al estilo del mejor José Tomás, tan necesario para afrontar situaciones complejas.

Recuerdo que escribí, entonces, sobre los viernes de De la Encina, porque eran los días en que éste recibía en su despacho a cuantas personas creyeran conveniente ponerse en contacto con el presidente de la Comisión delegada del PSOE de Ceuta. Y hasta me atreví a decir lo siguiente de él: toma decisiones prácticas sin causar estropicios a su alrededor. Sabe lo que se trae entre manos. Y además parece que no ha roto un plato en su vida. Sin que por ello sus actitudes parezcan mojigatas.

De modo que a la chita callando, sin alardes de ningún tipo, fue Salvador de la Encina tejiendo las redes convenientes para poder culminar su gestión con éxito. Aun a sabiendas de que se había metido en un embrollo de considerables dimensiones. Pero jamás le perdió la cara al morlaco, fiero y bronco, que debía lidiar. Eso sí, supo muy pronto que tenía que hacerse con los servicios de una cuadrilla preparada, que en todo instante le ayudara a construir una faena acorde con las circunstancias.

Y lo primero que hizo fue confiar plenamente en Jenaro García-Arreciado. Y acertó. Puesto que éste, formado desde muy joven en las capeas políticas, sabe que ser subalterno de categoría es, en ocasiones, mucho más rentable que ser primer espada. Magnífica, pues, la brega que ha hecho el delegado del Gobierno para que De la Encina haya conseguido un triunfo espléndido, con un burel peligroso, que se ‘acostaba’ por la derecha y por la izquierda, mal intencionado y preocupado solamente de herir.

Los frutos del trabajo de ambos, maestros en limpieza de corrales de la política, han servido para que José Antonio Carracao recoja sus primeros frutos. Ya que tanto el diputado por Cádiz, como el delegado del Gobierno, parecen convencidos de que están ante un político joven y con mucho poder de captación.

Con Carracao he hablado yo en absoluto. Las pocas veces en que hemos coincidido, nos hemos limitado a practicar el lenguaje de los gestos. Es verdad que yo le he dado, por su bien, la tabarra en lo tocante a ese dequeísmo suyo que tanto desmerece su oratoria. Pues no olvidemos que hablar bien es herramienta indispensable para su oficio. De modo que debiera dedicarse, cuanto antes, a corregir ese peligro del idioma. Otro consejo es que cuide mucho lo que habla con Aróstegui. No vaya a ser que, dada su natural bisoñez, se descubra ante el peor adversario que tendrá en cuanto no se deje pisar el terreno. Y en relación con Mohamed Alí, en vista de la falta de espacio, será otro día cuando me atreva a opinar de esa luna de miel que ambos viven, tras las elecciones.
 

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