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OPINIÓN - MARTES, 11 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Un domingo distraído
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El domingo me eché abajo de la cama convencido de que tenía por delante un día distraído. Lo primero que hice es distribuir mi tiempo. Di mi acostumbrado paseo matinal. Y en cuanto abrieron las urnas me fui a votar deprisa y corriendo.

Mientras caminaba hacia el colegio de Valle Inclán, con las papeletas de mis candidatos preferidos, pensé que si alguien quiere ser presidente, no debe perder el tiempo haciendo nada que no sea practicar durante horas y días, ante un espejo, para aumentar su atractivo televisivo.

Cumplida mi obligación, me tropecé con un vecino que trató de tirarme de la lengua para conocer mi decisión. Y le respondí con una cita que jamás se me ha olvidado desde que hace treinta años tengo el placer de ejercer este derecho: “En política siempre hay que elegir entre dos males”.

Mi vecino me miró de una manera extraña, tal vez desconcertado, pero reaccionó pronto para decirme eso que tanto dice la gente: “Debe ser tristísimo dedicarse a la política por necesidad, porque no se sabe hacer otra cosa”.

-Claro, llevas razón; aunque no será el caso de Mariano Rajoy. Quien podrá ejercer como notario en cuanto lo crea conveniente.

El último tramo del camino de vuelta a mi casa y a la del vecino, a éste le dio tiempo a poner de vuelta y media a Zapatero. Y a mí se me ocurrió contestarle con una cita de José Luis López Aranguren: “La moral se esgrime cuando se está en la oposición; la política cuando se está en el poder.

El siguiente paso fue leer los periódicos. Hasta que decidí sentarme ante el televisor para presenciar el partido Real Madrid-Unicaja de Málaga. Comida frugal, para poder soportar las emociones del día. Suprimí la siesta. Y acerté. Por dos motivos: uno, porque disfruté leyendo, una vez más, El cuaderno gris de Josep Pla; otro, porque de ese modo me fue posible ver la llegada de Juan Luis Aróstegui a su colegio electoral, gracias a la televisión pública.

Iba vestido de dulce el candidato al Senado del PSPC. Parecía enteramente el Marlon Brando de Un tranvía llamado deseo. Lucía camiseta blanca, aunque de mangas largas, que le aportaba un aire de hombre de Estado duro como el pedernal. Era, sin duda, la viva imagen de un tipo rebelde hecho a sí mismo. Un político de los que nacen poco, y telegénico como el que más. Enseguida comprendí que la entrada en los hogares de esa figura podría alterar la voluntad de los votantes y poner en ridículo todos los sondeos.

Ni que decir tiene que esperé con ansias desmedidas el que se contaran los votos para recrearme en el éxito electoral de Aróstegui. Incluso me permití soñar viéndolo en el Senado con esa camiseta ceñida causando estragos entre sus señorías. Pero está comprobado que los ceutíes carecen de buen gusto. Ya que sólo quinientos se percataron de la grandeza que anida en ese hombre.

Cuando me recuperé del disgusto causado por la injusticia cometida con Aróstegui, caí en la cuenta de que ZP había ganado las elecciones. Y pensé en cómo a partir de ahora tendrá Vivas que ser más Vivas que nunca. Para camelarse la voluntad de quienes han de gobernar España. Ah, no vendría mal para el bien de la ciudad que algunos de los suyos dejen de vociferar contra los socialistas a cada paso y por cualquier nimiedad.
 

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