Rubén Olmo planteará este viernes y sábado (20.30 horas) el
reto de actualizar la estética original de la novela de
‘Pinocchio’ sirviéndose de la naturaleza del conocido muñeco
de madera para aprovechar al máximo su extraordinaria
capacidad para la expresividad corporal. Un control físico
del movimiento y el espacio que, dicen, eleva la coreografía
a un ejercicio de virtuosismo.
El espectáculo dirigido por Rubén Olmo (butaca 8 euros y
anfiteatro 6) es una adaptación fiel al espíritu que animaba
a Carlo Collodi y, junto a escenas conocidas, incorpora
otras que, ayudando a comprender mejor al personaje,
permiten desarrollar ciertos aspectos coreográficos que,
sobre una base puramente flamenca, pintan retazos de la
danza más contemporánea.
La obra surgió de la idea que tuvo Oriol Subirana con la
posibilidad de crear una coreografía de Pinocho dirigida al
público infantil, con la referencia del archiconocido ballet
El Cascanueces.
“La obra de Collodi se me apareció como un relato
apasionante, complejo, ajeno a las simplificaciones a las
que nos tienen acostumbrados la mayoría de las
adaptaciones”, comenta Olmo, para quien el relato del muñeco
de madera es durísimo: “Es una historia que nos habla de las
consecuencias de nuestros actos, de lo inapelable de las
decisiones tomadas, de la responsabilidad y el precio de la
libertad de elección. Y todo ello narrado con una sublime
ternura”.
El hecho de que Pinocho sea un títere sin hilos, con madera
en vez de carne y vetas en lugar de venas, “le confiere un
encanto especial”, una mezcla entre lo orgánico y lo
mecánico que supone todo un reto para un bailarín.
De esta forma, la idea de un espectáculo infantil
desapareció y la obra se lleva al terreno del flamenco.
Además, 2008 marca el inicio de lo que será el 125
aniversario de la primera edición de La aventura de Pinocho,
cuento ambientado en la Toscana del siglo XIX. Su autor fue
Carlo Collodi (1826-1890), escritor y periodista que fue
voluntario al ejército para luchar en la guerra de la
independencia contra los austriacos.
Collodi habla en su obra de la importancia de la educación
popular para tener argumentos y criterio para oponerse a la
aristocracia ociosa, además de teñir las escenas de color
local y tradición cultural italiana, reflejando su pasión
por que el país de la bota fuese una nación.
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