De nuevo el porcentaje de
participación ha sido elevado a nivel nacional. Una clara
respuesta de los españoles que han decido que unos 324
escaños vayan a parar a representantes de partidos de
implantación nacional [PSOE, PP, IU y UPyD], castigando a
los representantes de las formaciones nacionalistas, si bien
CIU mantiene un elevado nivel respecto al resto de partidos
de corte regionalistas. En general estos últimos han visto
reducido su espacio de votos por lo que el mensaje de los
españoles ha sido claro y rotundo. Sí a España, sí a lo que
nos une a todos en una nación común y no a los gestos hacia
los que no creen en España ni en los españoles, pese a jugar
o aprovecharse de las reglas del juego democrático del país
del que reniegan. Siempre gana la democracia. Y más si el
porcentaje de votantes es considerablemente alto en relación
a datos históricos. El ejercicio de este derecho en España
le ha dado la ventaja suficiente, de nuevo, al PSOE que gana
las elecciones y deberá formar un gobierno estable para los
próximos cuatro años. Aunque, sí es cierto, que debe
entenderse otra lectura. España y sus regiones se decantan
por mitad por PSOE y por PP. El mapa tras estos comicios
determina una España dividida en sus apoyos. Los millones de
votantes para una u otra formación elevan cifras de vértigo
que indican, en cualquier caso, que hace falta altura de
miras y engarzar, por fin con responsabilidad, medidas de
Estado claramente pactadas entre los dos grandes partidos
del país.
Por su parte, Ceuta ha vuelto a conceder al Partido Popular
su confianza, ha vuelto a encargarle a Francisco Antonio
González la carta de la represantitividad ceutí en el
Congreso; repite Nicolás Fernández Cucurull y se estrena Luz
Elena Sanín como senadora de España. Estarán en la oposición
y volverán a fiscalizar al Gobierno en los asuntos que
competen a Ceuta. Por su parte, la apuesta del joven
Carracao da buenos resultados al PSOE para iniciar, desde
él, una renovación interna oportuna y necesaria.
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