El partido político, actualmente
en el poder, ha decidido “modificar el uso tradicional del
masculino para representar a las mujeres en los textos
educativos, legales, comunicaciones, publicaciones… “Es una
de las medidas incluidas en su programa electoral, referidas
al capítulo “Educación para la Igualdad”. Por ejemplo:
comerciante, hará el femenino en comercianta; estudiante, en
estudianta; ciudadano, en ciudadana; marido, en marida, y en
el caso de gobernanta, que dejará de ser “mujer que en los
grandes hoteles tiene a su cargo el servicio de un piso, en
lo tocante a limpieza de habitaciones, conservación de
mobiliario, alfombras y demás enseres”, y el gobernante, no
será sólo aquel que gobierna. ¿Se podrán cambiar los
papeles?
El partido en cuestión, considera que “la promoción del
valor de la igualdad de trato de oportunidades entre hombres
y mujeres, demanda de una educación no discriminatoria, que
rompa los actuales estereotipos de género. Así, propone
entre otras medidas “revisar y modificar el uso tradicional
del masculino para representar a las mujeres en los textos
educativos”, entre otros, e incorporar a especialistas en
coeducación e igualdad de los órganos responsables de la
evaluación, investigación e innovación educativa y en los
servicios de apoyo al profesorado. De hecho, va más allá,
hasta reconocer en el ámbito profesional y educativo la
“figura del agente de igualdad” e incluirla en el catálogo
de profesores.
Sin embargo, la necesaria colaboración de la Real Academia
para llevar a cabo esta medida, parece aún lejana. Sus
miembros, a través del Diccionario Panhispánico de dudas,
consideran que son “engorrosas” que ya de entrada,
examinando el Proyecto, dan como calificación: no progresa
adecuadamente, porque ningún gobierno tiene derecho a
imponer leyes al uso del idioma, considerando que es un
atrevimiento a “rectificar el diccionario citado”, obra
consensuada por 22 academias del español.
La propuesta ha sido analizada por cuatro doctores en
Filología de la RAE: Gregorio Salvador, Rodríguez Adrados,
Manuel Seco y Valentín García Yebra. Para el primero, se
trata de un puro disparate. El español no es asunto de
gobierno alguno, sino de 22 países y de 22 academias. Para
García Yebra, “con este proyecto se puede hacer una cantidad
de disparates… parece que el gobierno se considere superior
en todo también en el uso lingüístico. Es como si la RAE
pretendiera gobernar el país”. Para Manuel Seco, “ningún
gobierno tiene derecho a imponer determinadas reglas, ni
siquiera en los ámbitos dedicados al idioma, como las
Universidades o las Academias. Intervenir de esa forma en la
libertad de uso del lenguaje español, me parece un abuso”.
Para Francisco Adrados, en una página dedicada íntegramente
al tema, en un periódico de tirada nacional, se expresa así:
“Bastantes problemas tiene nuestra asendereada lengua
español, (más en España que en América, la verdad), para que
la metan en el quirófano y la sometan a delicadas
operaciones en nombre de la igualdad. Pero esto es lo que
leo, que propone nuestro presidente. Bastantes problemas
aguardan al niño en la vida para que, además de ellos y de
la Lengua común que hablamos todos, tengan que lidiar con un
idioma especial ‘el igualitario’, lo llamaríamos”.
Sólo pido a los gobernantes y a quienes se creen poseedores
(el masculino incluye a todos y a todas, que cómodo) de la
verdad y buscar que los primeros que la impongan, que no
inventen dogmas, por falta de información y sobra de
prejuicios. Que no fuercen igualdades irracionales que
llevan a desigualdades. ¡Sexo y más sexo, incluso cuando no
hace falta! ¡Regularidad formal, cuando tampoco lo hace!
¡Que nos dejen vivir con nuestra lengua! Es la que tenemos y
es grande. Ni es una cuadrícula regida por racionalismos e
igualitarismos infinitamente criticables, ni ofende a nadie.
¡Como es, nos basta! Y no torturen al niño con tonterías.
¡No rompan la lengua española!
Todo muy lejos de cuando estudiábamos Gramática Española en
aquel librito de la Editorial Edelvives, edición de 1947. Se
defínia “género” como el accidente gramatical que sirve para
indicar el sexo de las personas, animales y el que se
atribuye a las cosas. Los géneros son tres: masculino,
femenino y neutro. Toda aquella generación de niños y niñas
aprendimos con este libro, y todo marchaba. Años después,
utilizábamos las célebres enciclopedias Álvarez, y todos tan
contentos. Con algo más de profundidad nos decían que los
géneros son: masculino, femenino, neutro, epiceno, común y
ambiguo. Pero no había chica que se molestara cuando en el
caso de su padre como progenitor y su madre como
progenitora, su padre era marido y su madre, la mujer; claro
que tenía para no discriminar esposo y esposa, pero, a
cualquier chica le chocaría que la esposa de su padre,
marido, se le llamara ahora “marida”.
El día 14/08/07, en mi habitual página de colaboración en
este periódico, con el título “sexismo en el lenguaje”,
alertaba ya de este movimiento, que, cobra fuerza en los
momentos actuales, terminaría por imponerse. Había un
exceso, que a veces, llegaba a la espantosa ridiculez donde
me “adornaba” con algunos ejemplos que producían urticarias.
Ya algunos años antes, una “ilustre” profesora de Lengua,
proponía que para el femenino de joven se utilizara “jóvena”.
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