Mientras el “teléfono árabe”
empieza a parlotear chismorreando sobre redadas con
centenares de detenidos, el pasado viernes se abría la
segunda fase sobre la red terrorista desmantelada en los
últimos días: la fase de instrucción judicial. Mientras
tanto, una comisión policial belga habría volado hasta Rabat
para intercambiar datos y coordinar informaciones con sus
colegas marroquíes.
Por otro lado y según los diarios “Al Ittihad Al Ichtiraki”
del miércoles 5 y el islamista “Attajdid” (órgano del MUR,
el núcleo duro del partido PJD) del jueves siguiente, el
secretario general del disuelto partido “Al Badil Al Hadari”
(Alternativa Civilizacional), Mustafá Moâtassim, habría
informado hace tres años a las autoridades marroquíes de la
introducción de armas en el país. Según el parlamentario y
abogado defensor Mustafá Ramid, Moâtassim le habría confiado
que había pedido a un amigo, Ahmed Herzenni, que comunicara
estos hechos de los que había podido saber por una
confidencia. Herzenni le abría asegurado que el aviso había
llegado a su destino, por lo que se abren varios
interrogantes: el mensaje del político islamista actualmente
detenido no fue recibido por ningún interlocutor válido, no
fue tomado en serio, el aviso llegó demasiado tarde o
-también pudiera ser- nunca fue cursado… En todo caso hay
una realidad evidente: el Reino de Marruecos adolece, al día
de hoy, de una entidad que coordine y encauce los canales
operativos y de información de los diferentes servicios de
seguridad del país, notoriamente fragmentados, entre la
Policía y Gendarmería Real (las más visibles), la DGED y la
DGST, a las que podrían añadirse las Fuerzas Auxiliares y la
Inteligencia militar.
A la bella Pandora, según la mitología griega la primera
mujer sobre la tierra, los dioses le regalaron una
misteriosa caja con la imperativa advertencia de no abrirla
jamás. La innata curiosidad femenina llevó a la infeliz
Pandora a su apertura, brotando entonces de su interior
todos los males que desde su imprudencia azotan el mundo. La
evolución del terrorismo globalizado, con el islamista a la
cabeza, se muestra hoy como una insondable caja de Pandora
en cuyos arcanos se esconden realidades insospechadas. De la
red “Belliraj” solo se ve aun, como en un iceberg, la parte
que aflora en la superficie. ¿Cómo es posible que si
Abdelkader Belliraj fuera un cualificado confidente, al
menos desde hace 8 años, de los servicios de información
belgas (coincidiendo con su acceso a la nacionalidad del
país) pudiera a la vez participar directamente en diferentes
atentados?; ¿cómo ha logrado pasar inadvertido hasta su
reciente detención?: por sus habilidades camaleónicas, su “taquiya”,
¿o acaso amparado por altas y oscuras complicidades?. Porque
según confirmó el pasado día 3 Jo Vandeurzen, ministro belga
de Justicia, la Seguridad del Estado había emitido antes de
concederle la nacionalidad un informe al Procurador del Rey
señalando ciertos vínculos del rifeño Belliraj con “el
movimiento islamista argelino-marroquí y medios marroquíes
pro iraníes” (sic). Lo dicho: la caja de Pandora aun tiene
mucho que vomitar. Un detalle más: se ha confirmado que las
armas habrían entrado, camufladas en camiones, por las
concurridas fronteras de Ceuta y Melilla, bajo el amparo y
experiencia de las mafias de la droga y la emigración.
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