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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 5 DE MARZO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Un calco del Che Guevara
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He estado, como habrán podido ustedes comprobar, varios días sin escribir; pero he seguido atentamente la algarabía que vienen armando los políticos con el fin de ganarse a los votantes para su causa. Hemos entrado ya en el tramo final de la campaña electoral y la barahúnda existente me produce hastío.

Generan los políticos tal confusión con sus mítines que uno estaría dispuesto a ser hibernado hasta que concluyera el espectáculo de un deplorable hablar a gritos y donde los insultos prevalecen por encima de las ideas y de las propuestas.

Ha llegado el tiempo de los ofrecimientos, y allá que los profesionales de la mentira prometen el oro y el moro; aunque suelen hacer como los niños: añaden mentalmente, “si puedo”. Y se quedan tan panchos. La mayoría, además, airea sus mentiras con expresiones donde las faltas de ortografías salen a borbotones de bocas contraídas por visajes de falsedades. Ni siquiera podemos disfrutar de oradores que al menos nos lleven al huerto deleitosamente.

“En política, lo verdaderamente importante cabe en la punta de una servilleta”. Es quizá lo más aproximado a una verdad que haya dicho en toda su vida Iñaki Anasagasti. Tampoco estaba descaminado aquel otro personaje que proclamaba que los políticos aprenden pronto a impedir que las gentes se metan en lo que sí les importa, durante cuatro años. Y ahora, cuando les urge salir a la palestra para procurar por todos los medios seguir en el machito, tratan de contarnos el cuento del alfajor.

Uno, que tiene el voto decidido desde hace ya mucho tiempo, mira con escepticismo todo cuanto viene ocurriendo. Sobre todo después de haberme entretenido, durante los días en los que he estado sin escribir, en volver a leer la “Voluntad de Azorín”. Para cerciorarme otra vez de cómo en los pueblos los prejuicios cristalizan con una dureza extraordinaria y las pasiones pequeñas encuentran su mejor y más encarnizado acomodo.

Piensa Azorín, personaje principal de la novela, que la energía humana necesita un escape, un empleo; no puede estar reprimida, y en los pueblos hace presa en las cosas pequeñas, porque no hay otras, y las agranda, las deforma, las multiplica… Y termina llamándola hipertrofia de los sucesos… Es lo que viene ocurriendo con la Manzana del Revellín. Una obra que le está permitiendo al dirigente principal de un partido extraparlamentario sentirse vivir… Sentirse importante. No dejar de ser mencionado a todas horas como alguien capaz de poner al Gobierno de la Ciudad entre las cuerdas. Y de paso a ver si es posible sacar de quicio al presidente Vivas. Con lo cual estaría consiguiendo lo siguiente: hacer que éste se levante todos los días malhumorado. Y bien sabemos que una persona cabreada acaba por no pensar lo bien que debiera.

Mal asunto si el presidente cayera en ese viejo truco que viene empleando quien hace apenas nada se presentaba en los lugares más frecuentados llevando boina y barba y dándose pote de ser un calco del Che Guevara. A propósito: bien haría algún asesor de la presidencia en revisar las actas de los plenos de cuando Aróstegui era concejal –de funestas consecuencias para Ceuta-, a fin de comprobar si es verdad que a éste lo acusaban los opositores de haber estado aireando en sus años mozo que Ceuta era una colonia que debía entregarse al Reino de Marruecos.
 

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