Es cierto que cuando se proyecta
una carretera, un vial, no se contemplan aspectos tan
importantes como la seguridad hacia los motoristas, esos
conductores hacia los que no siempre se les dedica tiempo,
esfuerzo y dinero para evitar más daño ante una posible
caída.
Las organizaciones de los llamados ‘moteros’, que no son,
desde luego, esos niñatos temerarios con sus caballitos y
sus actitudes insensatas en la circulación, van logrando
poco a poco que a nivel nacional vaya entrando esa
concienciación necesaria capaz de atender algo tan sagrado
como es la seguridad vial, también para los motoristas.
A nivel local, la situación está mucho más avanzada y los
ayuntamientos parecen que han tomado cartas en el asunto
desde sus ámbitos competenciales municipales. Sin embargo
aun queda mucho por hacer. Rodar en moto es un espíritu, una
forma de vivir y de sentir. El motero es alguien
fundamentalmente responsable y respetuoso que ama
profundamente su moto; lo que inevitablemente trae consigo
la ausencia de cualquier aspecto temerario que haga peligrar
su bien más preciado, su ‘máquina’. Por eso mismo, por las
connotaciones que, equivocadamente, pudiera traer la
terminología ‘motera’, ellos huyen y critican abiertamente a
los irresponsables niñatos que con un alto grado de
insensatez son los causantes de muchas de las
generalizaciones dañinas existentes entorno a la moto. La
tarifa del seguro obligatorio es una de ellas. En Ceuta, un
grupo de amantes de la motocicleta la emprenden contra todo
lo que no signifique seguridad pasiva y que tenga que ver
con las carreteras [su grado de conservación, pinturas
deslizantes, baches... guardarraíles]. Es evidente que
‘andar’ en moto puede traer como consecuencia cualquier
accidente en el momento más inesperado. Situación peligrosa,
de por sí, que no puede derivar de ningún modo en un mayor
peligro por el hecho de que las administraciones no hayan
tomado las precauciones necesarias que evite males mayores.
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