Cabe destacar que estoy dispuesto
a profundizar en temas de la ciudad que me interesan
sobremanera, como caballa y como persona humana, de todas
las clases y maneras. De asuntos importantes o no que puedan
interesar o no, pero siempre desde el punto de vista
personal mío, como una opinión sin visos de ser susceptible
ni ser considerada como una imposición.
Como quiera que me siento a gusto en mi ciudad natal, en
parte por el reencuentro con amigos, verdaderos amigos, de
lejanos tiempos y en parte porque me da la oportunidad de
recordar épocas y hechos sin caer en la nostalgia mientras
paseo por sus calles, tanto a pie como en moto, visitando
los lugares por donde transcurrieron aquellos años inocentes
pero siempre dirigidos por la batuta del franquista de
turno.
Hoy, para comprobar “in situ” las obras de acondicionamiento
de la carretera de Benzú, aquella vieja carretera de
imperecederos recuerdos sentimentales y deportivos, me doy
una vuelta por allá con mi moto y mi cámara fotográfica.
Ni que decir tiene que el área de urbanismo de nuestra
ciudad es un auténtico desbarajuste técnico, muy lejos de
las normas que asumen el resto de ciudades (al menos las de
Catalunya) cuando se emprenden obras de cierta envergadura
que afectan directamente a los vecinos en general.
No estoy escribiendo sobres las técnicas utilizadas en la
modificación de la carretera de Benzú, estoy escribiendo de
las chapuzas que realizan los de Urbanismo y obras públicas
de nuestra ciudad.
Es increíblemente incomprensible la improvisación previa a
las obras de modificación emprendidas. Sin planificar
seriamente una alternativa de paso a los cortes de la
carretera produce el efecto de que estamos en uno de esos
pueblos del tercer mundo.
Me aclaro: cuando en determinado lugar se quiere efectuar
obras que corten las comunicaciones entre lugares habitados,
se busca una vía alternativa para evitar precisamente esa
interrupción de comunicaciones viarias. Pero esa vía
alternativa ha de estar abierta en las mismas condiciones
que lo estaba la carretera ahora en obras, o sea debidamente
señalizada y debidamente asfaltada.
Bien está que una de las alternativas al acceso a la
barriada de Benzú o salida de la misma sea la carretera que
circunda la ciudad por García Aldave, pero es una carretera
que deja lejos y llena de curvas y contracurvas que la hace
poco apetecible para aquellos vecinos que se mueven mucho en
uno y otro sentido. Pero abrir una vía como la que han
abierto a través del acceso al Campo de Tiro sin tener en
cuenta las condiciones de tránsito de la misma es una
burrada fenomenal.
Tramos sin asfaltar y sin señalizar debidamente; tramos con
plataformas superpuestas que hacen peligroso circular a las
motos; tramos de curvas increíbles sin salvaguardas que
impidan que uno se vaya al fondo del barranco o al agua del
mar directamente. Tramos en los que abundan peatones, la
mayoría inmigrantes del CETI, que sorprenden al conductor en
momentos menos esperados, caen en medio de la pista por su
carrera descontrolada monte abajo y salen de entre los
arbustos provocando más de un susto.
De hecho, al recorrer esa vía con la moto, me he encontrado
en serios apuros para cruzarla: las recientes lluvias aún
dejan su recuerdo sobre la embarrada pista, más bien
parecida a un sendero que a una vía para automóviles, y
sobre todo en las curvas hace patinar a uno que ni el
campeón mundial de esquí evitaría irse al suelo, además con
la perspectiva de traspasar la humilde y ridícula valla
cuadriculada de plástico colocada al borde mismo de los
barrancos y la no menos fúnebre perspectiva del fondo de los
mismos.
Cualquier técnico de Urbanismo, de allende el mar, sabe que
las obras se comienzan cuando han terminado adecuadamente
las alternativas a la misma…
Esta improvisación me cuesta un lavado generalizado, el mío
y el de la moto. Tan llenos de polvo hemos salidos de esta
aventura, que bien puedo decir que he realizado el Rally de
Dákar en una hora.
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