La decisión de la Unión Demócrata
Ceutí (UDCE) de Mohamed Ali de apoyar “incondicionalmente”
al PSOE de cara a los comicios del próximo 9-M y la
coalición explícita, rubricada ante Zapatero, de los
socialistas y Coalición por Melilla ha hecho rebrotar no
sólo a nivel local, sino también nacional, determinados
estereotipos y vinculaciones sin demasiado fundamento entre
la confesión religiosa de cada votante y la orientación de
su voto. Que entidades como la Junta Islámica hayan
solicitado explícitamente el voto para el candidato a la
Presidencia del Gobierno del PSOE o que la Conferencia
Episcopal Española diese a conocer tan cerca de la campaña
su opinión sobre los partidos que han negociado con la banda
terrorista ETA también ha aportado, en el contexto estatal,
su granito de arena para que la prensa marroquí, que está
siguiendo con extraordinaria atención este proceso
electoral, haya sacado conclusiones un tanto precipitadas.
Esto es, que los católicos van a apoyar al PP en masa y que
los musulmanes lo harán con el PSOE.
Hilvanar de esa manera las creencias religiosas de los
votantes, una cuestión íntima y privada, con el sentido de
su voto hacia uno u otro partido y, implícitamente, con las
políticas que esas formaciones desarrollan desde el poder
entraña un peligro evidente: la libertad de elección de los
ciudadanos se traslada casi al ámbito divino. En este
sentido es especialmente destacable, por mesurada y cargada
de sentido común y lógica, la opinión que sobre este proceso
electoral tienen los portavoces de las comunidad judía
española. Según su parecer, los votantes de esta confesión
“repartirán” sus votos entre el PP y el PSOE. Vamos,
exactamente lo mismo que harán el resto de los españoles con
independencia de sus creencias. Alentar la vinculación de la
fe con la opción política es un peligroso y arriesgado
ejercicio del que en Ceuta y Melilla tenemos un conocimiento
íntimo y los políticos y sus partidos deberían, aunque no lo
hagan, ser los primeros en dejar muy claro que una cosa son
los asuntos de Dios y otra, la suya, la de los hombres.
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