Hay tres cosas que cualquiera al que se le pregunte por
Benzú menciona inmediatamente. Una entra por la vista, sus
magníficos paisajes. Las otras dos, por el gusto y el
olfato: el apreciado té con hierbabuena de sus cafetines y
lo que todos ustedes saben. Es lo más evidente, lo que todos
señalan y ofrecen, pero, como casi siempre, no lo más
importante.
Como demostró su vecindario hace escasas semanas, cuando se
plantó de sol a sol a pie firme con sus mujeres al frente en
plena calle para decirle qué demonios estáis haciendo a la
Delegación del Gobierno, bajo esa fachada de tópicos palpita
una barriada de mil y pico vecinos en la que es imposible
encontrar una casa para alquilar. Una parte de Ceuta que
esconde varios de los tesoros más preciados de la ciudad: la
cantera que alimenta la construcción del centro, la
cueva-abrigo que amenaza con darle un vuelco a lo que
creíamos saber que pasó hace miles de años y una Asociación
Islámica Cultural, la ‘Ibn Ruchd’, un pequeño corazón
accesorio que no para de bombear actividad en la barriada.
A su frente se encuentra actualmente Mohamed Ali El-Hayk,
que a sus 27 años echa la vista atrás para recordar, junto
al presidente de la UCIDCE, Laarbi Maateis, el primer
espacio para el culto islámico que hubo en la zona.
“Fue una casa particular que se compró a una familia
cristiana y que se mantuvo operativa hasta finales de los
años setenta”, rememora Maateis, que a través de sus apuntes
manuscritos sobre la comunidad recuerda que la primera hutba
de los viernes se leyó allí el 11 de junio de 1971. Por
aquel entonces el imam de la mezquita, de Beliones, era el
erudito en ciencias islámicas Mohamed Saadi.
Como por aquel entonces la vida no tenía nada que ver con lo
que es hoy y la frontera todavía no se había inventado casi,
la sala de rezos recibía la visita de buena parte de los
vecinos de la población marroquí, a los que les resultaba
más sencillo acudir a Benzú que ir hasta las mezquitas que
se encontraban junto a la antigua ballenera y muchos
musulmanes ceutíes acudían también allí por el prestigio de
otro de sus responsables, Abselam El-Bchari, que a los 18
años sabía el Corán de memoria e impartía clases a los
jóvenes tanto del libro sagrado como de árabe.
En 1972, la comunidad amplió “gracias a la generosidad de
sus miembros” la mezquita con otra casa anexa para hacer más
grande la sala de rezo y habilitar una vivienda a su imam.
Más o menos así quedaron las cosas hasta que, en 1996, con
Jesús Fortes en la Alcaldía, la Ciudad aprobó ceder a los
residentes musulmanes en Benzú una parcela para mejorar su
templo gracias a las gestiones de Mohamed Ducali y Ali
Seituni El-Hayk, que se encontraban al frente de la
asociación vecinal.
Con el apoyo “moral y económico” de Abdelkrim Hamadi “y
muchas otras mezquitas, comerciantes y asociaciones
islámicas de la Ciudad”, así como de la propia Asamblea, que
contribuyó con materiales de obra, en 1997 se constituyó la
Asociación Cultural Ibn Ruchd con el propio Hamadi y Mustafa
Ali El-Hayk al frente para que, cuando se terminase la obra,
“todo estuviese en regla”.
En la nueva mezquita, que se inauguró el año 1419 del
calendario islámico (1998), los jóvenes que acudían a
aprender enseñanza islámica, árabe, mecanografía,
informática o castellano ya no utilizaban pizarras y media
caña para escribir, pero el espíritu de los hermanos El-Bchari,
que 38 años después de su llegada siguen espiritualmente al
frente de la mezquita seguía tan vigente como hoy, cuando
los ordenadores han sustituido a las antiguas máquinas de
escribir.
“La mezquita está abierta de forma permanente con clases de
apoyo escolar y diferentes actividades para enseñar a leer y
escribir el árabe o el castellano, según el caso”, destaca
Mohamed Ali El-Hayk, que mantiene como una llama la ilusión
que depositó en el proyecto su abuelo.
“Hace dos años cambiamos convertirmos la Asociación Cultural
en Islámica y nos inscribimos no sólo en el Registro
regional de entidades, sino también en el de la Dirección
General de Asuntos Religiosos del Ministerio”, repasa el
director de la entidad, consciente de que dicho paso era
“imprescindible” para poder regularizar la situación de sus
imames, tal y como está instando a hacer a todas las
comunidades ceutíes la UCIDCE, que también bebe de la
vitalidad de Ibn Ruchd, y cuya primera piedra se puso aquí,
no en vano, en noviembre de 2006.
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