El fenómeno de la violencia de
género está adquiriendo dimensiones que amedrentan a
cualquiera: según fuentes penitenciarias, el número de
hombres actualmente en prisión por delitos relacionados con
la violencia sexista supera ya los 4.000, un 6% de la
población reclusa española. Con el funesto y escabroso
balance de anteayer, jornada que se cerró con cuatro mujeres
apuñaladas o abatidas a tiros por sus parejas ya son
diecisiete las asesinadas este año. La estadística, pese a
las medidas implementadas por el Gobierno de Rodríguez
Zapatero durante la pasada legislatura, sigue creciendo pese
al despliegue de medios humanos, legales y técnicos que se
dice que se ha puesto a disposición de las víctimas.
Aunque en realidad este tipo de noticias son tan reprobables
cuando muere una persona como cuando lo hacen diez, ni
siquiera en campaña electoral puede entenderse que los
principales partidos políticos, especialmente los dos únicos
con posibilidades reales de llegar al Gobierno de España, el
PP y el PSOE, sigan sin ser capaces de ponerse de acuerdo
para articular un plan que permita frenar esta lacra social.
Muy al contrario, dos de sus candidatos a las Cortes
Generales, precisamente dos mujeres, Luz Elena Sanín y
Milagros García, se valieron ayer de la violencia de género
para sostener y defender sus programas políticos y sus
siglas. Aún entendiendo que estamos en campaña electoral y
que, muy especialmente en este periodo, los partidos deben
esforzarse por diferenciar sus alternativas de futuro, es
difícil de justificar la saña con la que ambas formaciones
se atacan con temas como este donde no caben posiciones
divergentes.
Con todo, los máximos representantes institucionales, Vivas
y Arreciado, sí dieron ayer un ejemplo edificante en lo que
debe ser la postura de las Administraciones en relación con
este asunto: unidad y voluntad de unidad para, juntos, con
perseverancia y paciencia, acabar con un mal endémico de
nuestra sociedad.
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