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                     Cómodamente instalado en mi sillón 
					favorito; con un Jack Daniel’s, sin agua ni hielo como se 
					debe tomar este bourbon, en la mano y el paquete Pall Mall 
					al alcance de la otra, con una tapita de almendras saladas 
					sobre la mesa de centro y la tele dispuesta de manera que 
					pueda verse sin obstáculos, presencio el debate entre los 
					aspirantes más potentes del circo político español a la 
					presidencia del Estado. 
					 
					El símil que anoté ayer sobre el debate entre Rodríguez 
					Zapatero y Rajoy Brey, de pesos pesados, resultó ser un 
					combate que colmó las previsiones de la gente. Como si 
					estuviera desarrollado bajo los auspicios de un guión 
					preparado de antemano durante cuatro años. En definitiva 
					ambos contendientes efectuaron un magnífico resumen de lo 
					que ha sido ésta legislatura que finaliza el 9 de marzo. 
					 
					En realidad este debate ha resultado ser, por parte de 
					ambos, un monólogo con apariencia de diálogo y si uno 
					insiste, Rajoy Brey, en temas tan chabacanos repetidamente 
					soltados a lo largo de esos cuatro años de crispaciones; el 
					otro, Rodríguez Zapatero, ha soslayado los insultos 
					personales englobados en la palabra “mentira” repetidamente 
					soltada por el pepero. 
					 
					El resumen final del debate casi crea un clima de crispación 
					más profunda y si no llegó a más fue simplemente por el 
					tiempo establecido para ambos. 
					 
					A mi entender, Rajoy Brey cometió el desliz de repetir en el 
					debate lo que todos los españoles sabemos porque era su 
					forma de actuar en esos cuatro años de crispación y además 
					demostró una inseguridad, en su última intervención, cargada 
					de tópicos, sin concretar absolutamente nada en los 
					problemas del día a día y mirando demasiadas veces como 
					buscando algo para hacerse comprender por el telespectador, 
					mientras que su contrincante, Rodríguez Zapatero, hizo que 
					los asesores peperos se desesperaran, en los minutos 
					finales, por los errores del líder pepero difícil de 
					esclarecer. 
					 
					Si un aspirante a presidente del Gobierno usa y abusa de la 
					crítica y descalificación personal, como hizo Rajoy Brey a 
					lo largo de todo el debate, mostrándose constantemente 
					agresivo y olvidándose de explicar las propuestas de su 
					partido, planteando críticas pero no soluciones, poco puede 
					presentar como presidente de un país en constante 
					desarrollo. 
					 
					Cualquier experto en estadística, hasta cualquier 
					estudiante, puede desmontar fácilmente y punto por punto las 
					críticas del aspirante pepero. No hay más que recurrir a la 
					documentación estatal para verificar el enorme error de 
					bulto de quién tiene poco que ganar y mucho que perder. 
					 
					Rajoy Brey quedó en evidencia ante el país entero al no 
					saber esquivar la paliza verbal que recibió de Rodríguez 
					Zapatero sobre el apocalipsis que vaticinó, la política del 
					trasvase del Ebro y su requiebro sobre los estatutos de 
					Andalucía y Catalunya… en resumen, todo resultó ser un 
					debate entre sordos. 
					 
					Bien es cierto que con el socialista los muertos por 
					atentados terroristas durante cuatro años se pueden, 
					desgraciadamente, contar con los dedos de una mano, mientras 
					que cuando gobernaban los peperos, los muertos fueron más 
					que suficientes como para maldecir eternamente a las madres 
					que parieron a los asesinos. Por ello, es preferible el 
					diálogo, política del PSOE, que la confrontación directa 
					dura y pura, política del PP. De ahí la rabia de Rajoy Brey 
					en sus intentos por descalificar al líder socialista con el 
					gambito de desviar la atención y tratar de presentarlo como 
					un etarra más. 
					 
					Rajoy Brey intentó hacer el trabajo que Pizarro no supo 
					hacer ante Solbes, pero se desvió tanto que puso sobre la 
					mesa demasiadas raciones sobre ETA, muchas esencias patrias 
					y más nacionalismo rancio, falto totalmente de previsión de 
					futuro y sin aportar auténticas soluciones que los 
					ciudadanos esperábamos. 
					 
					El contrato para los inmigrantes… cosa de risa. 
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