Con anterioridad a la dotación de guardarraíles homologados,
las carreteras españolas tenían como resultado, tanto para
el piloto de una motocicleta como para el acompañante,
consecuencias fatales. Al salir despedidos del vehículo por
la fuerza centrífuga y la inercia, los accidentados se
deslizaban por el asfalto en dirección a la cuneta, entrando
en contacto con la base del guardarraíl que, al terminar
forma de H, amputa con facilidad un miembro -brazos, piernas
e, incluso, cabeza- a una velocidad mínima de 30 kilómetros
por hora.
Tras la caida de moto en una pista dotada de este
quitamiedos ilegal ,de poco le sirve al conductor vestirse
con la indumentaria de seguridad -mono, casco, guantes y
botas- ya que, al chocar contra la H del guardarraíl, ésta
actúa como una guillotina y “llega a amputar extremidades”,
según explico el presidente de la Plataforma de Moteros de
Ceuta, Enríque Rodríguez. Informes de la Dirección General
de Tráfico sobre este tipo de barreras, que en un principio
tenían como función la de evitar males mayores en caso de
accidentes, es la causante de un 15 por ciento de
defunciones en siniestros de vehículos de dos ruedas durante
el pasado 2006. Por ello, y tomando nota de que “la
seguridad en la carretera es lo primero”, la Unión Europea
adoptó varias medidas para frenar este tipo de accidentes,
que tienen como resultado muchas victimas mortales entre los
usuarios de motocicletas. Para ello se diseñaron varios
tipos de protecciones para cubrir los guardarrailes, entre
ellas las principales son burbujas de poliespan que protegen
las barras transversales o perfiles en H de los
guardarrailes, que son las que actúan principalmente de
guillotina; además, se propuso la protección completa de la
parte inferior y la creación de un guardarraíl con doble
bionda en materiales como el poliuretano.
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