La decisión tomada por Mohamed
Alí, presidente de la UDCE, de prestar su apoyo a los
socialistas en las elecciones generales, ha sorprendido a
los demás partidos y ha conseguido meterle el resuello en el
cuerpo a la cúpula del Partido Popular en Ceuta. Amén de que
quienes llevaron, semanas atrás, la voz cantante del pacto
con los musulmanes, se hayan visto heridos en su amor propio
por la pedorreta que les ha hecho el líder de un partido al
que, equivocadamente, tachan ya de ser una formación
política sesgada, con un tipo de militancia determinada y
cuyo campo de acción es la barriada de El Príncipe.
Es verdad que estamos en plena campaña electoral. Y que los
políticos se permiten discursear como actores adulones y
gárrulos. Y casi siempre, lo cual es más grave, creen tener
licencia para incendiar el ambiente con frases peligrosas y
acusaciones de las que envenenan la convivencia. Llevados,
sin duda, por el egoísmo individual: quieren ganar en las
urnas el prestigio que no han conseguido alcanzar durante
sus muchos años de actividad pública.
Uno entiende que haya dirigentes del PP que estén hasta los
huevos de soportar el encumbramiento como político de
Juan Vivas. Y que éste, en pocos años, se haya
convertido en el valor más preciado de los populares
ceutíes, cuando en sus comienzos todos ponían en solfa si el
interés de Luis Vicente Moro por promocionar a su
candidato era lo más conveniente para el partido. Para dejar
de redoblar el tambor, no volveré a recordar lo mal que le
hablaron a Javier Arenas de Vivas cuando vino a ser
el maestro de ceremonia de la primera investidura de éste
como presidente.
Francisco Antonio González sabe perfectamente que
habría de producirse una hecatombe en las urnas para que él
no consiguiera una vez más su acta de diputado. Lleva mucho
tiempo, casi toda una vida, viviendo de la política como
para que haya dejado de pensar en Ceuta como granero de
votos para su partido. Pero el miedo es libre. Y él, como
cualquier otra persona dispuesta siempre a observar
detenidamente cuanto acontece a su alrededor, se ha
percatado rápidamente de que en esta ocasión los socialistas
serán votados por muchísimos militantes de la UDCE. Y no ha
dudado en ofrecer a la prensa un titular demoledor: el
diputado llama a la movilización de los “hermanos musulmanes
votantes del PP”. Y deja entrever que los ciudadanos de El
Príncipe votarán inducidos por una política sesgada. Mal
asunto.
Mal asunto en todos los sentidos. Puesto que ni siquiera en
campaña electoral, los políticos tendrían que olvidarse de
las circunstancias que concurren en el sitio donde viven. Y
González goza de una enorme experiencia como para saltarse
las mismas a la torera.
Yo escribí en los albores de diciembre pasado, cómo Vivas
deseaba fervientemente un pacto con la UDCE. Para cubrirse
ante una posible derrota de Mariano Rajoy en las
elecciones generales. Y, sin embargo, muchos de los que
entonces alzaron la voz en contra de esa idea, alegando
estar en posesión de una mayoría absoluta, son los que ahora
se sienten irritados por la peineta que les ha hecho Mohamed
Alí.
En rigor: si no gana Rajoy las elecciones, sigo pensando en
lo que ya le dije personalmente a Vivas en plena calle, en
una tarde del verano pasado: “Presidente, te esperan años
complicados...”.
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