Para nada la cosa tiene que ver con una de las obras que
compuso ese sordo prodigioso, compositor de música clásica,
nacido en Bonn, Alemania, en la segunda mitad del siglo
dieciocho y al que llamaron Ludwig van Beethoven. Si algo,
con cierta manceba llena de fantasía que presumía cuando,
hace ya una veintena larga de años, apareció por estos lares.
Encerraba escasos conocimientos, ya no literarios sino,
mundanos. Con toda seguridad, podemos afirmar que en
absoluto sentó cátedra a su paso por nuestra tierra. Desde
luego, tampoco daba la sensación de ser un diamante en
bruto. Una lumbrera cualquiera. Claro que, por aquel
entonces resultaba muy tierna. Flexible pero, por lo que
parece, con una estrella que para sí quisiera cualquier
mortal.
Desde la presentación de su libro, aproximadamente hace un
par de meses, viene siendo noticia nacional en televisión,
radios y otros medios escritos. Ahora, recientemente, acaba
de ser fulminada como Directora de Comunicación del Tribuna
Superior de Justicia de Madrid. Ha metido la pata. Según
parece por haber entrado en interioridades de su esposo, el
juez Javier Bermúdez, al que con el máximo de los apego le
ha dedicado un hermoso tomo, basado en las experiencias
sobre el juicio del “11M” y bajo el título “La soledad del
Juzgador”.
Ocurrió a mediados de los ochenta. Coincidimos en la
Redacción de un periódico. Vino a sustituir- así lo quiso el
Presidente del Consejo de Administración-, ni más ni menos,
que a uno de los mejores Directores que han pasado por el
decano en sus muchos años de existencia. Antonio Arroyo
Serrano; trabajador, íntegro, inteligente y por encima de
todo, humilde. Muy sencillo. De los que saben mandar y ser
obedecido con gusto. El jiennense, de Villa Nueva del
Arzobispo, nacido a escasos metros del pantano del Tranco,
representaba la antítesis de su predecesora.
Chica de película
Rubia, alta, delgada, recién salida de la Facultad, como
hemos señalado, con escasa experiencia en la profesión
elegida, en una tarea que se adquiere a base de horas, tanto
en la calle como haciéndole frente a la “máquina de
escribir”. Pero, con un espíritu de superación semejante al
de los intrépidos alpinistas que se enfrentan al Everet –
tal vez ahí radique ese apego a la “escalada”- la señorita
Beni, de la noche a la mañana, se convertía en la más joven
directora que diario alguno ha tenido en la piel de toro.
Quién supo calarla al momento, mi querido y admirado
padrino, el número uno del periodismo ceutí, Paco Amores,
“Curro”. Para más señas el de “Las Verdades del Barquero”.
Otro todo terreno del periodismo. Viejo lobo, al que en
nuestra ciudad no se le ha hecho justicia. El bueno de Paco,
haciendo uso de su fino olfato, solía comentar, y no
precisamente en tono de admiración que “niñas como esta,
suelen llegar lejos”.
Y es que Elisa, contiene el perfil ideal para coronar altas
cotas. El día a día, con interminables noches,
transcurrieron sin alteraciones. Nosotros, los de deportes,
a lo nuestro. Nos dejaba hacer. Con sus nulos entendimientos
del balón que, otro remedio le quedaba. La Directora a lo
suyo. Mascar continuamente un chicle perpetuo y mirar
siempre de reojo a los demás.
La discreción ante todo
A modo de curiosidad, con fecha veintitrés del pasado
octubre, el diario caballa que la contrató se adelantaba en
felicitarla por su obra que, con excelente tacto, una
exdirectora del mismo, estaba preparando. “Por la discreta y
observadora Elisa Beni”, directora que fue de esta Casa”
matizaba al respecto.
Con anterioridad al cargo madrileño, algunos de sus
compañeros, en “La Voz de Almería” se quejarían de ser
tratados, por la discreta Elisa, con la punta del pie. Otro
daba las gracias, tachándola de egocéntrica, por haber sido
despedido al no caerle simpático, a la subdirectora de la
revista Época Elisa Beni. No muy bien le tuvo que ir, en
tierras almerienses, cuando afirma nuestra protagonista no
conocer a Nacho, quien fuera compañero suyo durante ocho
años y que ahora trabaja como director adjunto. Chocante, ¿
no les parece?.
Pues hay más. Pero, para que seguir. Son cosas, fenómenos
que se dan cierto tiempo. “Echaos palante” , trepas que
llegan a nuestro puerto, los recibimos a brazo abierto y a
poco que nos descuidemos salen triunfantes a base de
pisotones. Pero, eso si, con la más absoluta de las
discreciones, que según su significado ha de ir por el
camino de la rectitud para formar juicio y tacto para hablar
u obrar. En su caso, mi admirada señora, para rellenar
páginas de un libro que persigue se convierta en un
bestseller.
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