Todo ha quedado aparcado, no hay
más tema de conversación, ni más noticias, en los distintos
medios, que las próximas elecciones generales. Los partidos
están echando toda la carne en el asador, para tratar de
conseguir los votos necesarios que les lleven a gobernar
este fermoso país, aún llamado España.
Ninguno de los partidos participantes, tienen que tener la
más mínima preocupación, porque, al final de las elecciones,
todos han ganado, ninguno ha perdido. Para demostrar, cuanto
decimos, sólo tienen que esperar al resultado final del
escrutinio y escuchar la valoraciones que harán todos los
líderes de los diferentes partidos donde, por supuesto, les
darán unas explicaciones en las que demostrarán que han
conseguido un enrome triunfo.
Un siglo de estos, que no tenga mucho que hacer, voy a
intentar que los políticos me expliquen cómo perdiendo se
puede ganar. Oiga, amigo guardia no crea que el asunto es
broma. Hace algunos años un político, cuyo nombre me reservo
por no venir al caso, ganó unas elecciones, volviendo a
salir reelegido pero, en esta ocasión, había sacado l4000
mil votos, mientras en la anterior había conseguido 18000.
Servidor le felicitó por este nuevo éxito, pero le avisó
que, a pesar de haber sido reelegido, había conseguido
cuatro mil votos menos que en la ocasión anterior.
Dado éste comentario por RNE, recibí una llamada del
político en cuestión, en la que trataba de demostrarme que
mí comentario estaba equivocado, agarrándose a no sé qué
tantos por cientos con los que, más o menos, me quería
demostrar que había sacado incluso más votos que en la
anterior ocasión. Y para ello nada mejor que enviarme por
fax un montón de folios con números y más números en los que
no había un dios que se enterase de nada, en cuanto se
trataba de analizar aquel sudoku el más difícil que he visto
en mi vida.
Ni que decir tiene que no cambié de opinión, pues las
matemáticas, esa ciencia que jamás miente, me enseñaron que
si uno obtiene 18000 votos y al cabo de cuatro años sólo
obtiene 14000 ha perdido, sin lugar a duda alguna, cuatro
mil votos, por muchos folios que se me manden, llenos de
números que, en definitiva, no decían nada. Su hay algo, en
esta vida, que jamás mienten son los números. Dos más dos
con cuatro, por muchas vueltas y muchos folios llenos de
números que se quieran enviar.
A partir de esos momentos, el político en cuestión, dejó de
hablarme, esquivándome cada vez que podía y mirando hacia
otro lado cuando me veía venir. La pena que me produjo tal
situación me llevo, toda hay que decirlo, a dejar de comer
durante un par de años y a retirarme a una isla solitaria a
purgar mis pecados. Cómo se había atrevido mí persona, a
poner en duda los números enviados por le político.
Comprendo que no me haya perdonado y que, hoy día, aún siga
en sus trece de mirar hacia otro lado cuando me ve. Lleva
toda la razón del mundo, para estar enfadado.
En mí defensa sólo puedo alegar que, a pesar del enrome
número de folios que me envió, el político tiene que
reconocer que no sabe restar y, sobre todo, que las
matemáticas jamás miente. Usted, con el debido respeto, no
sabe restar.
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