LA gente nos confunde con una ONG”, dice Luis Cachaldora,
uno de los dos evangelizadores –el otro es el italiano
Gianluigi Signori– que participan estos días en la Semana de
animación misionera que organiza en la ciudad autónoma de
Ceuta la Vicaría General. Y no es eso. Es que “creemos en
una persona que nació hace 2.000 años y su mensaje”; esto
es, no hagas al prójimo lo que lo que no deseas que te
hagan.
Por esa razón, estos dos creyentes –que esta tarde (20:30
horas) dan en la Iglesia de Santa María una charla sobre sus
experiencias misioneras– se han liado la manta a la cabeza y
suman entre los dos 25 años por Sudamérica y África haciendo
el bien.
“He trabajado 21 años en Camerún, Chad y Burundi”, declara
el misionero javeriano Gigi Signori, mientras que Cachaldora,
de la Congregación del Espíritu Santo, ha visitado Perú y
Camerún y llega a Ceuta para “animar a la gente con la
misión que todo cristiano debe continuar, la que Jesús
emprendió”.
“Venimos a compartir toda la experiencia que tenemos de las
misiones en las que hemos vivido”, afirma Cachaldora, pero a
partir de ahí pueden surgir todo tipo de posibilidades:
“Desde alguien que te dice que quiere vivir la misma vida
que llevamos los misioneros a otros que quieran colaborar de
cualquier otra forma con la labor que hacemos en estos
países”.
Por su parte, Signori no diría que hace falta alguna
cualidad especial para hacerse misionero. “Somos personas
totalmente ordinarias”, manifiesta, tal vez “ser sensible y
saber que el mundo no se acaba ni contigo ni detrás de tu
puerta”.
“Creemos que el Evangelio puede decir algo a este mundo”,
expone el misionero italiano, quien explica que en las
parroquias de los países africanos en las que ha estado,
además de evangelizar, “ayudamos un poco en todos los temas
que tienen que ver con el desarrollo, la escolaridad, la
sanidad...”.
Por ejemplo, Signori evoca su paso por un momento traumático
de la historia del pequeño país de Burundi, en los años de
la postguerra civil que provocó un enfrentamiento a muerte
entre dos etnias. “Pasé nueve años en un centro de jóvenes
tratando de abrir un diálogo entre las facciones
enfrentadas”, declara.
El misionero transalpino no quiere entrar en detalles sobre
la guerra racial que azotó Burundi y Ruanda, porque, según
dice, “todo el mundo sabe las barbaridades que se
cometieron”. Lo que es importante, añade Signori, “es que
hay gente en esos países que quiere salir adelante” y
recordó como hacerles participar en un partido de fútbol,
ver una película juntos u organizar un concierto ayudaba a
abrir puertas y reunir a gente que estaba dividida por la
guerra.
“Te sorprende a veces la capacidad de la gente para
reaccionar o empezar de nuevo”, indica, y se muestra
optimista con el futuro de Burundi: “Es un país que parece
que ha cerrado uno de los capítulos más complicados de su
historia”, si bien advierte que “las cosas no se resuelven
de un día para otro”.
Signori, que vivió el genocidio en Ruanda desde Burundi,
opina que “la Organización de Naciones Unidas llegó un poco
tarde”, una crítica extendida con la que la ONU parece que
tendrá que convivir.
Por su parte, Cachaldora, que tiene experiencia misionera en
Latinoamérica y África– lamentó la situación de desigualdad
entre el hemisferio norte y el sur. “Sudamérica es un
continente que sufre por la miseria”, indicó, pero “quizás
en África se dé, por las condiciones climáticas, una
situación más dura todavía”.
“Son dos continentes que sufren mucho”, apostilló el
misionero de la Congregación del Espíritu Santo mientras su
compañero javeriano asentía con la cabeza.
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