No es difícil encontrar en Ceuta a familiares que vivan en
primera persona la marcha de un allegado a la misión
humanitaria de Kosovo. Son más de 400 los desplazados de la
guarnición ceutí que desempeñan esta misión a más de 4.000
kilómetros de sus casas. Esto era algo casi rutinario para
el Ejército de Tierra español: enviaban un contingente y a
los seis meses eran sustituidos por otro del mismo número
preparado para cualquier acontecimiento.
No suelen ser los Balcanes una tierra nefasta para la vida
de los militares, pero el panorama ha cambiado en la última
semana. Kosovo, región, órgano perteneciente al cuerpo
serbio, declaró hace unos días, unilateralmente, su
independencia. Este acontecimiento estaba pronosticado, de
la misma manera que los sismólogos alertan de un tsunami o
un terremoto horas antes de que se produzca. Los movimientos
de tierra en la región albanokosovar han provocado una
erupción del volcán y sus habitantes han salido a la calle
como la lava. Lo peor de esto es que el magma caliente se
expande y el mundo entero se ha hecho eco de la coyuntura
kosovar, de tal modo que ha ocasionado el debate nacional en
las principales potencias occidentales y orientales. Este
enfrentamiento se concreta más aún en el terreno serbio,
donde ha sentado muy mal el desafío lanzado desde la región
kosovar. En este terreno de tierra, habitado por dos
millones de personas, viven, desde hace un par de meses ya,
400 militares provenientes de la guarnición ceutí, la
mayoría de ellos, caballas de nacimiento o adopción.
¿Cuál es el papel de los militares dentro del conflicto? En
principio, mantener el estado de paz, ayudar
humanitariamente a los más desfavorecidos y, por último,
proteger a las minorías. Es la primera vez en muchos años
que se reduce el número de permanencia de los destacados en
el país extranjero. Esta vez, los españoles estarán cuatro
meses en Kosovo, por los seis anteriores, aunque la hija de
uno de los pocos legionarios destacados, de 18 años y
trabajadora de la tienda de ropa Terranova, dice haberse
enterado de que “van a estar un mes más de lo previsto”.
La distancia hace del teléfono un elemento imprescindible en
la vida de las familias y sus cónyuges destacados. Es el
‘cable umbilical’ lo que los une a diario. Las
conversaciones son cortas, pero intensas. “Sólo hay tres
teléfonos disponibles”, asegura Maika, mujer de uno de los
militares. ¿Qué hay detrás de esas conversaciones? Sólo
ellos lo saben, es la vida secreta de las palabras lo que
deja latente el corazón de cada uno de ellos cuando se
cuelga el teléfono. Maika prefiere no revelar la identidad
de su marido, ni el cuerpo al que pertenece en Ceuta. Sí
asegura que su marido trabaja casi de forma continua en uno
de los despachos de la base España, situada en Istok. “No sé
qué independencia quieren los kosovares, porque no tienen ni
luz ni agua, dependen exclusivamente de Serbia”.
Otra familiar, la hermana de un soldado de Regulares, Dunia,
asegura no haberse enterado siquiera de la independencia
declarada por el primer ministro kosovar. “Con todo el jaleo
de la tienda no tengo tiempo de ver la televisión y mi
hermano, cuando hablamos, no me cuenta nada de esto”. Ellos
suelen guardar silencio para no preocupar a sus familiares,
‘ojos que no ven corazón que no siente’, deben pensar.
“Siempre aseguran que la cosa está tranquila”, aunque ahora
mismo la tensión en la región albanokosovar -para seguir
cono las frases hechas- se puede cortar con un cuchillo.
Para colmo de males, el suministro de ‘messenger’ se ha
cortado. “Son tantos los que utilizan internet al mismo
tiempo que la conexión es lentísima”, asegura la trabajadora
de Terranova, que a los dos años apenas recuerda cuando su
padre, cabo 1º, fue a la Guerra del Golfo, “esa fue
diferente”. Otra de ellas, Maika, afirma que le han cortado
el grifo porque se pasaban muchas horas pegados al
ordenador. Pero la tranquilidad ha cambiado, “sobre todo
para los que nos afecta más de cerca”, explica Maika.
“Aunque estuviera la cosa muy mal sé que no me va a decir
nada, para no preocuparnos y, menos, a su madre. Por eso
prefiere que sea yo quien hable con ella”. No disponen de
mucho tiempo para hablar, aunque, a veces, realizan un par
de llamadas diarias. A la dependienta de Terranova, su padre
los telefonea a las ocho de la mañana, “es cuando coge a mis
hermanos recién levantados y a punto de irse al colegio”.
Maika revela que, desde que se conoció la situación, vive
“con el corazón en un puño”. “Ojalá -agrega- fuera abril ya
o hubiera pasado todo esto en mayo, después de que volvieran
a casa; no, mejor que no pase nunca, no queremos que nadie
sufra”.
Abril marca la frontera entre la casa y el hospicio; entre
la familia y la lejanía; entre la soledad y la compañía. “Mi
padre nos dice por las mañanas que nos echa de menos, espero
que no tenga que estar allí un mes más de la cuenta”.
Todos estos son parte de los más de 400 relatos personales.
La ciudad está inundada de palabras secretas, cuyas vidas
desconocen.
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