Quiero tocar este asunto antes de
que comience la campaña electoral, para luego en esos días
ir tocando lo que haya en cada instante, sin salirnos del
programa que marquen los acontecimientos que serán muchos.
Y he dicho que hace falta sensatez y que esa sensatez
tendría que ser acordada, incluso, antes de entrar en la
campaña. Los dos partidos políticos que van a tener
representación a nivel nacional y que uno de los dos formará
gobierno deberían pensar en qué circunstancias van a poder
gobernar, si no obtienen la mayoría absoluta, cosa que
parece imposible, según están ahora mismo las encuestas.
Tanto PP como PSOE deben saber y si no lo saben es que son
unos insensatos que ahora mismo no se ve otra solución, en
teoría, más que formar gobierno en coalición con otros. En
estas circunstancias nos podemos encontrar con que si es el
PSOE el que lo tiene que formar, podría tener como aliados a
IU, vaya y pase, y a alguno o algunos de los partidos
nacionalistas, del corte que sea, y con la particularidad de
que cualquiera de ellos no tiene más intereses que en su
nacionalidad, con lo cual el partido en el poder estaría
dando un cheque al portador a un grupo, para una pequeña
parte del país, mientras que otras comunidades, con más
votos, con más representantes y con unos intereses
diferentes se verían relegadas a recoger lo que le sobrara a
ese grupo que ayudó a establecerse en el poder.
Lo que acabo de decir del PSOE lo puedo hacer extensivo al
PP, aunque es público y notorio que el PP no pactaría jamás
con IU, pero sí lo puede hacer, ya lo ha hecho, con los
nacionalistas.
Mirando así la situación lo que queda claro es que los
partidos nacionalistas, sean del corte que sean, están
adquiriendo cada vez más protagonismo, y ya sabemos que en
las últimas reuniones que están celebrando o “concelebrando”
uno de los objetivos que tienen en su mente es que sea un
nacionalista el presidente del Congreso, con lo que queda
claro que si empezamos por ahí podremos llegar a cualquier
cosa.
Por eso un acuerdo PP – PSOE ahora mismo para que forme
gobierno el grupo que más votos haya tenido, y que a lo
largo de la legislatura hubiera pactos puntuales para
ciertos temas que fueran saliendo, sería lo más potable, y
de momento ya habría desaparecido el fantasma del dominio de
ciertos nacionalismos, especialmente los de corte radical
que tanto daño hacen a las decisiones importantes en
gobiernos que no son monocolor.
Y no es que yo sea partidario de un gobierno con rodillo, no
lo soy, aunque prefiero eso a cualquier batiburrillo a la
italiana, con esas siglas agrupadas en un gran partido o
coalición de partidos, que llevan, de inmediato, a unas
nuevas elecciones.
En la parte contraria nos encontramos con la Alemania de
Ángela Merkel que, sin haber ganado por mayoría absoluta, ha
formado gobierno gracias al temple y al saber lo que se
podía venir encima por parte del partido de Schroeder. Aquí
no hubo envidia, celos, ni ganas de protagonismo, hubo
entendimiento, hubo sensatez y el país está funcionando,
sabiendo todos que en las próximas elecciones podrá ganar o
encontrarse en esa misma situación el otro, pero dejando
claro que ciertos grupúsculos que parecía que iban a crear
demasiados problemas, van a estar fuera de condicionar al
gobierno de la nación.
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