Menos mal que el pico de mi mal ya
está sobrepasado y ahora la curva comienza a descender tras
una fuerte sesión curativa que me ha dejado exhausto, de
bolsillo y de fuerzas, pero con el premio de la remisión
temporal de la enfermedad. Recomiendo a los sexagenarios que
vayan en moto y tengan un accidente, por pequeño que sea, se
hagan una exhaustiva revisión corporal por si algún mal
queda agazapado dentro del cuerpo. Suele aparecer más tarde
y cuando menos lo espera y cuando aparece resulta ser
extremadamente doloroso.
Bien, dejemos de lado mis cuitas y vayamos a lo que importa.
Entre las cientos de proposiciones de nuestros políticos en
la precampaña electoral, cabe destacar la insistencia del PP
en la creación de ese contrato para inmigrantes que resulta
una especie de declaración de esclavitud simulada para el
ser humano.
No es posible obligar a nadie, mejor dicho chantajear porque
eso es lo que significa un contrato de esa clase, que asuma
nuestras costumbres ancestrales (comer jamón y dormir la
siesta entre otras miles) si quiere quedarse en el país. No
es posible que un musulmán asuma la religión que pretende
imponer el PP con ese contrato, ni obligarle a comer chorizo
ni beber vino porque… ya sabemos el porqué.
Y en otro orden de cosas, los políticos del PP, a los que
llamo peperos, tienen la lengua espesa para distinguir
razones de peso cuando tratamos de las Comunidades. Viene el
caso en que algunos declaran que Ceuta y Melilla son un
hecho diferencial que las distinguen de las demás
Comunidades y que por ello el estudio que se haga sobre
algunos usos y costumbres de sus habitantes deben ser
tratados de diferentes maneras. Catalunya no. El País Vasco
tampoco. Estas dos Comunidades no tienen nada de
diferencial, según los peperos, y deben ser sometidas al
mismo fuero que el resto. Mal asunto es el de coartar las
libertades y derechos de la persona con estas salidas
peregrinas en estos tiempos que vivimos. Son ganas de
soliviantar el ánimo y elevar la tensión del ambiente para
que ocurran incidencias tan graves como la que ha sufrido la
San Gil. El fiscal que lleva el caso debe sopesar que las
palabras también ofenden, a veces más, que un simple
empujón. No es que me parezca bien ese intento de atacar a
la política vasca, es aberrante, pero los ánimos no saltan
tan fácilmente si antes no ha habido motivos de peso que los
provoquen.
Creo sinceramente que Mariano Rajoy se está precipitando en
su creencia de que va a ser el próximo presidente del
Gobierno español, que no lo va a ser, y eso de acudir a
Alemania para tratar de convencer a Merkel sobre la
conveniencia del contrato de marras me parece de un
optimismo extremadamente exagerado, como todos sus actos y
declaraciones, por cuanto no creo que resulte viable con los
socialistas en el Gobierno. Ninguna Ley refrenda ese
supuesto contrato y sin base legal en la que apoyarse queda
como papel mojado.
Bien está que se obligue a los inmigrantes, aquellos que no
lo saben, a que aprendan el castellano porque es necesario
para el normal desarrollo de la convivencia… pero de ahí a
obligarle a que asuma nuestras costumbres hay un trecho tan
grande como disparatado y que pondría a los peperos en un
régimen a la altura de aquel desagradable III Reich… algo
significará que vaya a Alemania a tratar el asunto ¿no
creen? Porque lo lógico del asunto sería que fuera a
presentar su propuesta al Presidente de la UE. Si yo
presentara un memorándum sobre las posturas peperas en
relación a la política de nuestro país comprenderían Vds.,
queridos e hipotéticos lectores, las razones que me impulsan
al escribir mis opiniones. Por eso mismo, porque compruebo
cotidianamente cada acto y cada palabra de los políticos,
noto que casi siempre denotan inseguridad plenamente y ello
me hace dudar de la verdadera capacidad de los peperos para
gobernarnos democráticamente.
También la radicalización de la judicatura puede perjudicar
la estabilización de país al recrudecer la tensión de
ciertos estamentos de la sociedad en general, sobre todo los
vascos, y el camino emprendido desde que se instauró la Ley
de Partidos Políticos no ha hecho más que empeorar, por
cuanto lo que se tenía que haber hecho era respetar la
libertad y no prohibirla. Eso no conduce a otra cosa que a
empeorar la situación. Sobre simples indicios no se puede ni
se debe condenar a nadie.En fin, si la vida continúa su
curso con las movidas de la precampaña, también continúa el
simple caminar de los ciudadanos con todos los bagajes y
cargas cotidianas que a veces los dejan sin ganas de meterse
en política y pasan de ella olímpicamente… eso impone un
cambio radical en los usos y maneras de las precampañas so
pena de no encontrar alguien que vote. La abstención es un
peligro que puede desembocar en un impensable y desagradable
final.
Solo es mi opinión.
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