La desafortunada formulación, que
no la idea, del gallego Rajoy sobre el uso del respetable
“hiyab” en las escuelas (don Mariano se abstuvo de comentar
la profusión de otros símbolos religiosos) ha abierto la
caja de los truenos, despertando bajos instintos pasionales
y utilizándose como vulgar moneda de cambio en el
esquizofrénico debate con el que la mendaz y marrullera
clase política está acosando a la inerme ciudadanía. Veamos:
la sociedad musulmana en España, con ciertos valores morales
(familia, sexo…) muy parecidos a los cristianos se alía
tácticamente con la descreída izquierda, planteamiento que
ideológicamente no cuela aunque sí es entendible desde el
oportunismo político. ¡El mundo al revés!. Desde esta
pequeña columna, más reducida aun que los 2,5 metros de
eslora de la moto de agua con la que Álvaro de Marichalar
atravesó el Atlántico, vengo manteniendo contra viento y
marea la imperiosa necesidad de alejar el debate religioso y
político de las aulas, mal que a unos y otros (Iglesia y
mundo musulmán) les moleste. Repase el lector la columna al
respecto: “¡Fuera burkas y nikab de la calle”! Centrándonos
en el mundo de la enseñanza nuestros escolares andan faltos,
ciertamente, de una solvente “Historia de las Religiones”
que les presente, lo más objetivamente posible, las
“creencias” del otro, pero el adoctrinamiento y la
catequización (el derecho a la enseñanza religiosa está en
la Constitución, yo eso no lo discuto) debe dejarse a
criterio de cada familia, que puede perfectamente inscribir
a sus retoños en la iglesia, mezquita o sinagoga que le
parezca oportuno. Faltaría más.
Abogo pues por la retirada de la simbología religiosa en las
aulas (empezando por el crucifijo en centros públicos, somos
una sociedad confesional), cerrando el paso al uso del
“hiyab” o velo islámico. Una prudente alternativa, con
criterio progresista y más al alcance de las vapuleadas
economías familiares, sería la vuelta al uso del uniforme
escolar: bueno, bonito y barato. Por otro lado y ya en las
calles debe procederse a prohibir el uso de “burkas” o
prendas afines como el “nikab” (no escribo, lector, del “hiyab”),
que esconden los rasgos faciales. ¿Motivos?. Pues la
seguridad sin ir más lejos. Un terrorista suicida puede,
perfectamente, camuflar su rostro y apariencia tras un burka
o un nikab. ¡Ya ha sucedido!. ¿Cómo sabemos pues quien se
“esconde” bajo esas prendas que, por lo demás y lo digo con
firmeza, no contempla la ortodoxia del Islam?. ¿A quiénes
pretenden engañar y manipular algunos?. Islamistas
recalcitrantes como el “tabligh” Laarbi Maateis ya han
enseñado el plumero, igual que al dirigente de UDCE Alí
Lemague, en imparable cuesta abajo de su carrera política y
quien en sus últimas y demagógicas declaraciones al respecto
(“No había un problema y ahora sí lo hay”) no hace sino
emular las erróneas y lamentables declaraciones del
Presidente Vivas durante las pasadas elecciones municipales,
en las que sin atreverse una vez más a coger el toro por los
cuernos volvió a marear la perdiz afirmando aquello de “el
velo no es un problema”. Pues sí Presidente, en las aulas al
menos lo es. Y en las calles ya pueden usted y su tocayo
melillense, Imbroda, ir prohibiendo el uso de momento del “burka”.
Su deber es proteger a la ciudadanía.
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