Leo otra nota emitida por la
oficina de prensa del Partido Popular en la cual se lamenta
del boicot a que ha sido sometido el Consejo Económico y
Social. Una nota con mucha palabrería pero que omite el
nombre de quien está siempre dispuesto a reventar cualquier
proyecto donde él no participe: Juan Luis Aróstegui.
Y tengo la impresión de que alguien, con poder suficiente,
ha sido quien ha aconsejado que en el escrito no saliera a
relucir el nombre del agitador. Lo cual más que signo de
prudencia me parece una postura sumisa y meliflua. Puesto
que el opositor por sistema a todo cuanto no obtiene su
visto bueno, debido a intereses oscuros, es conocido por
usar todas las tretas posibles y maniobrar de manera artera
de principio a fin cuando le da por ponerle la proa a algo o
a alguien.
El presidente de la Ciudad es tan aficionado al fútbol como
para saber que jugar siempre con el mismo ritmo es
contraproducente. Y que a todos los equipos no se les puede
atacar por el mismo flanco. De ahí la necesidad de maniobrar
con más velocidad, en ocasiones, buscando los puntos débiles
de cada adversario. Y, desde luego, empleando la sorpresa.
Juan Vivas cuenta, además, con la ventaja de ser
funcionario y de haber estado en puestos claves de la
Administración Local. Con lo cual conoce perfectamente vida
y milagros de casi todos los políticos de esta tierra. He
dicho muchas veces que hubo una época en que casi todos los
cargos públicos acudían al despacho de Vivas para pedir
asesoramiento. Y de allí salían henchidos de gozo y
convencidos de que habían recibido una lección magistral.
Juan Luis Aróstegui fue uno de los muchos que acudió a Vivas
en demanda de ayuda y consejos. Sobre todo para ver de qué
manera le era posible meter a dedo en el Ayuntamiento a
personas de su cuerda. Y el director de PROCESA se permitía
el lujo de anotar cuantas irregularidades pudieran existir
en el comportamiento de un concejal dispuesto en todo
momento a ayudar a quienes formaban parte de su cohorte.
Me contaban hace meses, y así lo publiqué, que en una
reunión con el presidente de la Ciudad, y cuando se hablaba
de empleos, alguien dijo –dándose el consiguiente pote-: yo
he colocado en el Ayuntamiento a un montón de gente usando
solo el fax. Pues bien, al finalizar la reunión todos los
asistentes se quejaban de que Juan Vivas no le hubiera
indicado, en aquel preciso momento, la puerta de salida al
imbécil de turno. A un deslenguado que hacía alarde de su
prepotencia para demostrar que su influencia en la ciudad
era el no va más.
A mí me parece muy bien que Juan Vivas deseche los
enfrentamientos con los adversarios. Máxime cuando actuando
a su ritmo monocorde se lleva a la gente de calle y cada vez
se acrecienta más su popularidad y su prestigio. Pero un
político ha de estar preparado para, en un momento
determinado, salir al contraataque y poner al listo de
turno, por mucho que tenga éste derecho a usar la libertad
de expresión, en su sitio.
Callarse por sistema, cuando nada se tiene que temer, es
otorgar. Y mucho peor, créanme, es permitir que se redacten
notas de prensa cuyos contenidos hacen bueno el refrán de
que es peor el remedio que la enfermedad.
|