Hoy me he sentido con cierta tristeza cuando hacía un rato
de oración. Al meditar y reflexionar en el sentido de las
muchas adversidades que confluyen en nuestra España;
debilitación total en los valores morales, familiares,
espirituales y en lo económico. ¡Todo el mundo está alarmado
de pensar que estamos al borde de una hecatombe! . “Hay
cosas que están mal aunque las permita o fomente el poder
legítimamente establecido.
Cuando el relativismo moral se impone, la dignidad humana
corre un grave peligro. Los derechos básicos se relativizan
y se abre la puerta al totalitarismo, ya Auschwitz reveló
entre otras cosas la profunda depravación en la que podía
sumergirse el hombre al olvidar a Dios.“Cuando faltan los
hábitos morales resulta más fácil que se extravíe la razón”.
Fue Lenin quién dijo aquello de que “Si queremos dominar un
pueblo antes corromperemos su moralidad” - ¡Así es el caso
actual de España!, “demolida” por la inmundicia de lo peor
de cada pueblo. Ya es hora de que despertemos de nuestro
letargo.
La ley moral está más clara de lo que quizás algunos
pretenden. Todo hombre percibe en su interior la existencia
de una ley que no se dicta a si mismo, y a la cual se debe
obedecer.
Me place emitir la ejemplaridad de la joven Ángela Ellis,
abogada británica, no creyente y nada sospechosa, de ideas
conservadoras. Explicaba en un programa de debate de la BBC
y en un artículo en el Daily Telegraph cuales eran sus
razones para permanecer virgen hasta el matrimonio; “Desde
mi adolescencia sabía que había de guardarme para el
matrimonio y nunca tuve la más mínima duda sobre mi
decisión. La castidad antes del matrimonio es una cuestión
de integridad. Pienso así desde muy joven. Por aquel
entonces ya había observado el destrozo que producía el sexo
“frívolo” en las vidas de algunos compañeros de escuela,
pues el dejarse fascinar por el afán de saciar nuestros
instintos es algo que impide alcanzar lo realmente valioso.
El hombre de deseos insaciables es como un tonel agujereado:
se pasa la vida intentando llenarse acarreando agua en un
cubo igualmente agujereado”. ¡El que tenga oídos para oír
que oiga!
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