Son tiempos de defensa del
feminismo, a cuya marea nos unimos pues pensamos que la
mujer, sobre todo, debe tratarse como lo que es, conservando
todas las prerrogativas y derechos que le asisten por el
mero hecho de pertenecer al género humano. Pero de eso a
catalogarlas, según el perfil de las anatomías de sus
cuerpos en “Diábolo, Campana o Cilindro” va mucha distancia.
O sea, que podemos deducir que si una mujer tiene su cuerpo
a lo Sofía Loren (la famosa actriz italiana), se la denomina
“Diábolo”. Si su cuerpo es más bien como el de Maria Galiana
(Herminia en la serie Cuéntame como pasó) se le adjudica la
denominación de “Campana” y, por último, si está lisa como
la Geraldine Chaplin (hija del famoso Charlot) se le dice
“Cilindro”. Esto es lo que ha venido a inventarse el
Ministerio de Sanidad y Consumo del Gobierno Socialista (con
un costo de mas de dos millones de euros) pensando
exclusivamente en las anatomías del sexo antes llamado
débil. Y creemos que la mujer, aparte de su cuerpo, dispone
de otros atractivos y encantos y, además, cumple una
importante misión en el mundo en que vivimos, no solo el de
mostrar su cuerpo para que diseñadores oficiales vengan a
compararlas con objetos o figuras geométricas, cosa, por
otro lado, con la que no están de acuerdo ni diseñadores, ni
estilistas ni modistos.
Todo ello se debe a que en el estudio realizado sobre las
tallas de las españolas, los técnicos ven que existen unas
diferencias con las actuales medidas del género femenino
nacional, que no se corresponden con las de años pasados
(pongamos generación anterior) ni con las europeas o
americanas y así señoras y señoritas que dicen tener una
talla 38 alcanzan la 42, o algo parecido (no somos expertos
en esto de las tallas y modas femeninas pero lo tenemos oído
hasta la saciedad).
Y ya puestos a aplicar la Ley que proclama el derecho de
igualdad, la no discriminación por razón de sexo y la
obligación de los poderes públicos de promover las
condiciones para que la igualdad del individuo y de los
grupos en que se integran sean reales y efectivas,
esperábamos que no se hubiera producido la diferencia de
sexo y que hubiera confeccionado el Ministerio también unos
“módulos” para las tallas del género masculino que ahora
están establecidas: P (pequeña), M (mediana), X (grande), XL
(más grande) y XXL (para mastodontes), teniéndose en cuenta
para ello el estudio de sus anatomías, catalogadas y
comparadas con los objetos mencionados (Diábolo, Campana y
Cilindro) tras llevarse a cabo su estudio antropométrico.
Por ello, aunque no sea de nuestro agrado, nos permitimos
proponer, situándonos a la altura de la moda tal y como los
diseñadores del Ministerio de Sanidad y Consumo se han
inventado el trío de figuras geométricas que hemos
mencionado para el sexo femenino, catalogar a los hombres
según unas “líneas alfabéticas”. Por ejemplo, en “S”
(aquellos que disfrutan de pectorales sobresalientes y
nalgas exuberantes, al estilo de Brad Pitt). Línea “B” (a lo
Charles Laugthon) y línea “k” minúscula (como se escribía
antiguamente con una prominencia en la parte alta y los
trazos bajos delgados) a lo David Hasselhoff (el Teniente de
Los Vigilantes de la Playa). Ahí queda nuestra sugerencia
que no persigue más que ampliar jocosamente una decisión
sobre los nuevos “códigos de tallaje” (palabra que ni
aparece en el diccionario) de la mujer creado por el
Ministerio de Sanidad y Consumo.
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