Lo veo en la primera de este
periódico presidiendo la Comisión de ese Plan Especial que
tiene como objetivo “volver como un calcetín las barriadas
del Príncipe Alfonso y Felipe”. Tratan los miembros de la
comisión, junto con los técnicos, de cambiar radicalmente la
faz de ambos lugares. Lo cual es afrontar un reto tan
necesario como portador de grandes satisfacciones para
quienes tienen responsabilidades de primera mano en tan
complejo cometido.
Pero no es mi deseo hablar del proyecto porque yo no tengo
la menor idea de cómo les será posible a los técnicos
convertir esas barriadas en motivo de orgullo de sus
moradores. Si bien, como visitante asiduo de ambos sitios
que fui durante una época, me agrada sobremanera que por fin
se vaya a comenzar una obra cuyos vecinos llevaban ya muchos
años pidiéndola a gritos.
De lo que yo quiero hablar hoy es de la persona que preside
esa comisión del Plan Especial: o sea, de Pedro Gordillo.
Con quien anduve mucho tiempo sin el menor interés por
cruzar ni siquiera una palabra. No obstante, mentiría si
dijera que no he seguido sus actuaciones como político
destacado y asimismo en posesión, actualmente, de un poder
indiscutible en el Gobierno de la Ciudad.
Y he llegado a la conclusión de que el presidente del PP en
Ceuta, y consejero de la Presidencia, está viviendo los
mejores momentos de su ya dilatada trayectoria como persona
pública. Es verdad, pues negarlo sería mentir, que por su
forma de ser ha dejado en su camino un montón de heridos en
combate que le odian sin la menor cordialidad. Vamos, que si
pudieran lo correrían a gorrazos desde la Avenida de
Sánchez-Prados al Príncipe, y viceversa. Lo cual es algo
tan sabido y asumido por Gordillo que no creo le cause
ningún trauma el que yo se lo recuerde.
La vehemencia del presidente del PP es más que conocida. Y
sus prontos son temibles. De ahí que cuando le da por
arrebatarse le cueste tanto controlarse. No cabe la menor
duda de que estoy hablando de un hombre que al apasionarse
por cualquier motivo las palabras le salen atropelladas, en
ocasiones. En realidad, suele dejarse llevar por la
emotividad. Lo mismo que otros compañeros suyos son gélidos
por sistema. Pues bien, a pesar de su forma de ser, tan
criticada, nunca ha perdido las riendas de su partido.
Sin embargo, su deseo de abandonar el Senado para
convertirse en diputado y en cargo importante dentro del
Gobierno de la Ciudad, despertó más que dudas acerca de cómo
iba a encajar dentro del organigrama del presidente de la
Ciudad. Incluso los había que apostaban doble contra
sencillo a favor de que pronto su presencia diaria en el
Ayuntamiento se convertiría en un obstáculo para la forma
que tiene Juan Vivas de enfocar los asuntos.
Días pasados tuve la oportunidad de charlar con alguien que
está capacitado para opinar sobre cómo ha sido el laborar de
Pedro Gordillo durante los meses que lleva deambulando por
los pasillos de la Casa Grande como consejero de la
Presidencia. Y puedo decir que me hizo el artículo de éste.
No cabe contar aquí todo lo que me dijo de positivo en
relación con Gordillo. Y aunque lo deseara carezco de
espacio. Pero me soltó esta perla: “La deliberación es
trabajo de muchos. La decisión, de uno solo”. Y Gordillo ha
hecho suya la cita de Charles de Gaulle.
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