sociedad - DOMINGO, 10 DE FEBRERO DE 2008

CEUTA
Susana Hevia
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Dos hombres casados, y uno de ellos con hijos, se comprometieron ayer con la Iglesia en la Santa Iglesia Catedral.

El obispo de la diócesis de Cádiz y Ceuta, Monseñor Antonio Caballas Altienza ordenó ayer de diáconos permanentes a los señores José Ramón Lozano y Alejandro Alberto Duarte.

A la ceremonia asistieron varios feligreses, familiares de los ordenados y el presidente de la Ciudad Juan Vivas, acompañado de su mujer. Varios presbíteros, diáconos y aspirantes a diáconos acompañaron al señor obispo y a los ordenados en el altar.

Durante la homilía Monseñor Antonio Caballas subrayó la importancia de la celebración en la que se ordenaban, “por imposición de la mano del obispo” dos diáconos permanentes, que deben ser “el oído, el corazón y el alma” del obispo y de los presbíteros, con quienes deben estar “en conexión y comunión” siempre. Desde ayer, los recién estrenados diáconos tienen las misiones de “la caridad, la liturgia y la palabra de Dios”.

Alejandro Alberto Duarte es argentino, tiene cincuenta y tres años, está casado y no tiene hijos. Llegó a Ceuta hace cinco años procedente de Israel donde ejercía de profesor de topografía bíblica. Tras la ceremonia el nuevo diácono permanente sentía “gratificación” por todo lo que viene trabajando desde hace tiempo e “ilusionado” por haber adquirido el “compromiso estable y duradero” de pertenecer a la diócesis de Cádiz y Ceuta. Por su parte José Ramón Lozano García es un ceutí de 57 años, casado y con cuatro hijos. Hasta ahora trabajaba como subdirector en la sucursal de una conocida entidad bancaria. Después de la homilía Lozano se encontraba “con mucha paz y muy tranquilo” por haber dado este paso “importantísimo” para poder servir a la Iglesia.

Con éstos, la Iglesia ceutí ya cuenta con tres, mientras que el obispo ordenará mañana al undécimo de la diócesis.
 

Los diáconos permanentes son “servidores de todos”

Alejandro Alberto Duarte y José Ramón Lozano se han entregado a la Iglesia y adquirido un compromiso con ella. Según el catecismo de la Iglesia Católica, los deberes del diácono se pueden resumir de la siguiente manera: “los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo. El sacramento del Orden los marcó con un sello que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo ‘diácono’, es decir, el servidor de todos. Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad”.