Pregunta.- En mayo del año pasado dejó el cargo de
coordinador general dentro de la APDHA. ¿Harto?
Respuesta.- No. Primero la asociación tiene unos estatutos
que dicen que sólo se puede estar dos mandatos y a mí ya me
los habían prorrogado, por lo que entendí que ya era el
momento de que entrara otra persona. No es sano ni para
quienes los ocupan ni para las organizaciones que dirigen
que alguien se perpetúe al frente. Ahora me ha sustituido la
abogada cordobesa Esther Muñoz, una compañera y una persona
excelente, porque el que ya no sea coordinador no quiere
decir que ya no esté implicado con ella.
P.- ¿Cuánto tiempo se pasó al frente de la asociación?
R.- Yo entré en la Coordinación General en 2000, pero la
asociación tenía ya entonces diez años de existencia.
P: ¿Cómo y por qué surge la APDHA?
R: Sobre todo por iniciativa de un cura, Diamantino García,
que en Andalucía fue una persona extraordinariamente
querida, con un carisma muy grande y una dedicación hacia
los más desfavorecidos enorme. Él nos agrupó a mucha gente
que pusimos en marcha la asociación entre 1990 y 1991 como
respuesta a los muchos problemas y situaciones de excusión
social que existían en Andalucía.
P: No deja de ser paradójico que en el denominado Primer
Mundo siga siendo necesario que haya colectivos dedicados a
velar por el respeto a los Derechos Humanos
R: La APDHA ha estado desde el principio vinculada a la
defensa de los Derechos Humanos de los excluidos, de los más
desfavorecidos, de los que no son prioritarios para las
instituciones, de los invisibles. Lo que ocurre es que como
este tema no es local, sino universal, hemos mirado también
al conjunto de España y allí donde llegan nuestras modestas
posibilidades.
P: ¿Quiénes son actualmente nuestros ‘invisibles’?
R: Fundamentalmente en Andalucía yo hablaría de 3 grupos:
los marginados socialmente por la droga, el paro, la falta
de recursos, el chabolismo… No son pocos, son alrededor de
300.000 personas en nuestra comunidad autónoma. Otro gran
sector es la gente que está en las cárceles, que ha crecido
por encima de cualquier otro momento en nuestra historia y
por último hablaríamos de los inmigrantes indocumentados que
viven en condiciones penosas explotados en los campos o en
casas particulares.
P: ¿Si comparamos su situación en 1990 y ahora se ha notado
el avance que cabría esperar?
R: Su situación ha cambiado porque la Andalucía de hace 20
años y la de ahora no son la misma, pero el volumen de
personas excluidas sigue siendo más o menos el mismo y lo
integran los mismos de siempre. Cada vez hay más riqueza y
más bienestar, pero faltan visiones de conjunto y
prioridades políticas para resolver este problema: ahora hay
elecciones generales, pero las propuestas no se dirigen
hacia ellos, sino hacia quienes trabajo y recursos o, como
mucho, hacia quienes pasan ciertas dificultades para llegar
a final de mes.
P: ¿El perfil del pobre no ha cambiado?
R: Sí, también. El pobre de hace 17 años el económico, que
no tenía recursos y vívía de la caridad de la Iglesia, pero
que tenía cierta dignidad. La pobreza estaba vinculada al
campo y a los pueblos, donde en el peor de los casos había
redes sociales, familiares o comunitarias donde se sentían
un poco más amparados. Eran pobres, a veces de solemnidad,
pero ahora estamos presenciando procesos de exclusión que
incluyen la desestructuración y la destrucción de las
personas y los lazos familiares. Ahora hablamos de los
inmigrantes irregulares y de las personas mayores, sobre
todo mujeres, solas y sin recursos. Lo peor de todo es que
no vemos que en ese ámbito se progrese, ni siquiera un
poquito.
P: Llegamos al ámbito de la política. ¿Es partidario de que
las organizaciones no gubernamentales apoyen a algún partido
político o de que se mantengan al margen de los procesos
electorales?
R: Las oenegés y la nuestra en particular no debe
pronunciarse para pedir el voto para ninguna opción
política.
P: ¿Porque ninguna les convence del todo?
R: No, por que debemos jugar un papel distinto que nos
permita plantear lo que queramos con independencia del
partido o el gobierno al que tengamos que dirigirnos. Eso no
quiere decir que los miembros no tengan opciones políticas o
militen, aunque en nuestro caso está vetado que los
dirigentes sean cargos públicos al mismo tiempo. Lógicamente
simpatizamos con las políticas progresistas que sirven para
resolver los problemas sociales y avanzar en los Derechos
Humanos, y nos parece positivo que el PSOE haya impulsado la
ley de matrimonios homosexuales, la lucha contra la
discriminación sexual, por la igualdad de las mujeres…
También es lógico que denunciemos cosas como la guerra de
Irak, pero que simpaticemos o no con ciertas cosas no quiere
decir que lo hagamos con todas y que aceptemos cosas como
las políticas migratorias o penitenciarias.
Oenegé y ‘oxigé’
P: Sobre las oenegé pesa actualmente, pese a lo que dice,
cierto velo de sospecha sobre su trabajo y sus intereses
reales. ¿A qué lo atribuye?
R: El problema es que usamos términos cuya definición es
poco clara. ¿Qué significa ‘oenegé’? ¿Qué no es del
Gobierno? Hay muchas cosas que no son del Gobierno y el
término oenegé sirve para un roto y para un descosidos: para
organizaciones muy conscientes de los problemas, de cómo
trabajar y de cómo luchar para resolverlos, muy pegadas a la
realidad social y muy independientes en sus planteamientos,
y otras que son supeditaciones del poder político. Son las ‘oxigé’,
que viven de las subvenciones y su única perspectiva es
estar en el poder para sacar más dinero. No es justo
meternos a todo en el mismo saco.
P: ¿Cómo se ha vacunado la APDHA para no ser una ‘oxigé’?
¿Cómo se financia la asociación?
R: Con mucha vigilancia de nuestros planteamientos y mucha
transparencia. Nosotros no vivimos fundamentalmente de las
subvenciones porque es muy importante el papel del
voluntariado y el militante que paga sus cuotas, aunque no
renunciamos a las ayudas porque ese dinero no es del
gobierno, sino de todos nosotros, y no tiene mejor destino
que dárselo a una oenegé para realizar una buena labor. Lo
que no hacemos nosotros es acudir a subvenciones
condicionadas políticamente, y todos sabemos lo que quiere
decir eso, aunque muchas veces no sea explícito el
condicionante. No obstante, a veces sí lo es, y con algún
presidente de Diputación provincial andaluza lo hemos
sufrido. La APDHA accede a subvenciones, pero no acepta todo
lo que digan los políticos a partir de ese momento ni se
convierte en su correa de transmisión.
P: Mientras ha permanecido como coordinador general de la
asociación ha vivido buena parte del boom de la inmigración
irregular en Ceuta. ¿Cómo lo ha visto desde el otro lado del
Estrecho, especialmente la reacción de la sociedad local?
R: He estado pendiente pero no puedo decir que sea un
experto en el Ceuta, aunque a partir de los sucesos de 2005
en Ceuta hemos dedicado muchos esfuerzos al tema de los
subsaharianos en Marruecos y más al sur. En el juicio por
las expulsiones ilegales de menores marroquíes hemos oído
que la sociedad ceutí, a finales de los noventa, respaldaba
las medidas que se adoptaban contra ellos. Cada vez que he
venido aquí he percibido cierta contradicción en esta
sociedad al decir que somos España y al mismo tiempo
excepción, como si aquí hubiera que abrir un paréntesis en
la aplicación de las leyes, y eso no es posible, aunque sea
cierto que las políticas migratorias que hay que aplicar en
Ceuta y en Extremadura no deben ser las mismas. Ceuta ha
pasado los sucesos de El Ángulo, de Calamocarro… Se han
vivido muchos miedos y muchos recelos y se han aceptado
medidas que rozaban la legalidad con independencia de que
legalmente fueran atrocidades, pero percibo que eso poco a
poco ha ido cambiando: las políticas que se han aplicado han
dado sus frutos y la conciencia democrática se ha extendido,
y mucho me temo que con los sucesos de 2005 en Melilla la
reacción negativa hacia los inmigrantes fue más fuerte que
en Ceuta, aunque siempre menor que en los años noventa.
P: Vivmos meses de aparente tranquilidad en el drama
migratorio en Ceuta. ¿Cree que durará?
R: Tengo la sensación, y ojalá me equivoque, de que los
flujos migratorios por el Estrecho hacia Andalucía volverán
a reactivarse. África es una olla a presión y aunque
pongamos un parche aquí sale por otro lado. El Gobierno está
intentado poner una tapadera a todo, pero las tapaderas se
resquebrajan y lo que no pasa por un lado pasa por otro.
Cuando se implantó el SIVE en Cádiz primero hubo un intento
de entrar en Ceuta hasta 2005; los flujos se trasladaron
entonces a Canarias, pero allí se ha colocado otro parche,
el Frontex, y los inmigrantes se están desviando hacia Malta
e Italia a través del desierto del Níger, donde decenas y
decenas de personas han perdido la vida en condiciones
terribles.
La vigilancia marroquí
P: Una ruta demasiado difícil
R: Todas las rutas se están complicando, y ante eso los
inmigrantes se lanzan a la desesperada: si cuelo, cuelo. En
lo que llevamos de año Cádiz ha visto cómo se reactivaba
enormemente la llegada de pateras a sus costas con un
resultado trágico: mientras que el año pasado apenas hubo
muertos en Andalucía este año llevamos doce, a los que hay
que sumar los dos cadáveres aparecidos en Ceuta. Además
Marruecos ha rebajado su vigilancia tras el incidente con
los Reyes.
P: ¿La APDHA tiene constancia de ello?
R: En Marruecos puede haber al menos 18.000 subsaharianos en
una situación insostenible, perseguidos, sin protección del
ACNUR y sin perspectivas. Cuando se lleva dos años atrapado
la única salida es tirar hacia delante. Desde 2005 hasta
ahora la solidaridad de las organizaciones marroquíes ha
crecido mucho y es verdad que los subsaharianos están
volviendo de las ciudades hacia el norte, pero hasta donde
yo sé el entorno de Ceuta y Melilla sigue siendo un
campamento militar, pero está habiendo una relajación de la
vigilancia marroquí, que adoptó un papel de gendarme
fronterizo a merced de un gobierno tan antidemocrático,
corrupto y sin escrúpulos que utiliza la inmigración como
arma política para negociar con España. En ese contexto el
inmigrante se plantea entrar como sea y, si entra, correr.
P: ¿Cuánto sale cruzar el Estrecho actualmente?
R: Los precios están bajando. Ir desde Senegal a Canarias
cuesta entre 1.500 y 2.000 euros, pero en el Estrecho por
800 euros te entra el viaje, sobre todo porque además están
volviendo las pateras de madera de toda la vida, nada
marineras, con motores de 25 caballos. Todo está
relacionado.
P: ¿Las nuevas leyes de inmigración del PSOE han servido
para algo?
R: Estas leyes no sirven para gestionar la inmigración, sino
para rechazar a los inmigrantes. Están pensadas con la
óptica de la seguridad y no con la de gestionar los flujos
migratorios de forma que las personas puedan ejercer
libremente su derecho a emigrar ni para que se integren los
que ya están en España porque todo son dificultades: para la
reagrupación familiar, para trabajar, para regularizarse,
para el arraigo… Mucha gente que está clandestina en España
no ha entrado en nuestro país irregularmente. Estamos otra
vez como antes de la última regularización, con cientos de
miles de inmigrantes virtualmente excluidos de la sociedad,
en un círculo vicioso que la legislación no contribuye a
resolver.
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