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OPINIÓN - SÁBADO, 9 DE FEBRERO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

El Fin de la Historia
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Como decía el otro en un dialéctico pase de muleta “Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”. Carecer, como todos los mortales, del divino don de la ubicuidad fue razón de peso más que suficiente para dejar aparcadas y en compás de espera hasta junio las tendencias historiográficas de la actualidad si bien, en revancha, el amable y paciente lector tendrá que tragarse estas líneas. Procuraré que sean poco indigestas mientras, calentando las manos alrededor de un vaso de té con “shiba” al abrigo de una “patera” y acariciado por la brisa marina disfruto como un niño del soberbio espectáculo del amanecer, rompiendo el alba, al rítmico compás del rumoroso oleaje en la pedregosa playa de Oued Laou. Estudiaba estos días un interesante popurrí didáctico coordinado por el profesor Blas Casado Quintanilla, abordado bajo coordenadas harto diferentes al de aquél manual clásico de mis tiempos, “Los métodos de la Historia”, de Ciro F.S. Cardoso y H. Pérez Brignoli. En su apretada y diacrónica síntesis (echo de menos a Jenofonte y sobre Ibn Jaldún escribe, más adelante, José Luís Martín), Casado obvia a mi entender a la ligera el concepto de Protohistoria (profusamente utilizado en diferentes escenarios, desde el de la cultura castreña asturgalaica al del mundo amazigh a la llegada del Islam), a la vez que asume conscientemente criterios cronológicos eurocentristas (diría más, cristianocentristas, basados en la reforma del Calendario Juliano bajo el pontificado de Gregorio XIII, hacia 1582 y que hizo las delicias de reputados teólogos como Oscar Cullmann), validados universalmente, pero que en los globalizados tiempos que corren deberían matizarse a mi juicio con prosaicos “antes” y “después” de la Era Común, de igual resultado pero con diferentes condicionantes ideológicos. La sociedad judía es ciertamente minoritaria, pero la “Umma” o comunidad islámica formada casi por ¼ parte de la humanidad “vive” en el 1429, por no hablar de los hindúes o los chinos… Una opinión para el respetable: carpetazo al “providencialismo” y recuperación de la historia común profana en una dialogante mano tendida, pues en caso contrario seguiremos dependiendo unos y otros, tirios y troyanos, de la Fé. Hace unos años y en una orgiástica gayola mental Fukuyama especulaba con “El fin de la Historia” mientras, bajo parámetros más empíricos, un intuitivo Huntington alertaba sobre “El choque de Civilizaciones”. Poco antes de partir hacia el infinito, en 1830, el criollo venezolano y padre de las Américas, Simón Bolívar, sentenciaba que “El arte de vencer se aprende con la derrota”, más hay un fracaso pelón, insoslayable y sin vuelta de hoja que sirve de epílogo al especulativo ensayo de Fukuyama ya rimado, con talento y sentimiento, por Jorge Manrique. Solo hay un fin de la historia y es, amigos, el día que pongamos el pie en el estribo y ligeros, ¡muy ligeros!, de equipaje, emprendamos cada uno el gran viaje sin retorno poniendo punto final, de forma personal e intransferible y radicalmente inapelable, a ese ineludible destino como especie sobre el que filosofaba Heidegger. Suelen presumir los progenitores de fecundar la vida pero en ese misterio insondable y contingente va implícito, como en la letra pequeña de las cabronas hipotecas, la semilla de nuestro devenir, concluyendo la parca con la ruina de nuestra pequeña y vana historia en el polvo del camino tras un cansino vagar. Tan callando.
 

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