Dicen que el presidente de la
Asociación Deportiva Ceuta es de poco hablar. Pero a mí
siempre me ha parecido que es persona conversable. Aunque
entre él y yo no se haya encartado nunca el tratarnos
frecuentemente. Lo nuestro ha sido intercambiar pareceres
futbolísticos, de higos a brevas.
El miércoles coincidí con Felipe Escane en sitio
adecuado para pegar la hebra con tranquilidad. Sin que nadie
pudiera interrumpirnos. Y lo hicimos porque él se acercó a
mí con ánimo de charlar sobre los últimos acontecimientos
ocurridos en el club. Y no tuve el menor inconveniente en
oírle con suma atención y, desde luego, para manifestarle
mis opiniones y mis puntos de vista.
Mentiría si no dijera que vi al presidente preocupado. Muy
preocupado por las decisiones que ha tenido que tomar en tan
corto espacio de tiempo: destitución de Diego Quintero,
tratar por todos los medios de convencer al director técnico
para que ejerciera como entrenador, y cuando parecía que
José Enrique Díaz se había comprometido, éste dio marcha
atrás y dejó a los directivos en evidencia.
Pero lo peor, al margen de que los directivos hayan quedado
en una situación desairada, es que el club ha tenido que
contratar los servicios de un nuevo técnico. Con el
consiguiente desembolso, por un lado, lo cual no es moco de
pavo; y por otro, el problema radica en que los componentes
de la plantilla pueden terminar tocados de un ala al tener
que asimilar, deprisa y corriendo, otro modo de entender el
fútbol.
Lo que os ha ocurrido, presidente -le dije-, creo que lo
auguré por escrito hace ya varios meses. Y hubo compañeros
tuyos que me pusieron a parir. Y, aunque sean riesgos que
debe correr el opinante, lo lamentable es que los insultos
iban firmados con pseudónimos. Que es la mejor manera que
tienen las personas de demostrar el valor que atesoran.
Tampoco es menos cierto que cuando decidisteis contratar los
servicios de un director técnico, tuve yo la ocurrencia de
recomendaros a una persona que reúne cualidades sobradas y
conocimientos suficientes para desempeñar ese cargo. Un
ceutí dispuesto a trabajar duramente por el bien del equipo
de su tierra. Acepto, como no podía ser menos, las
explicaciones que me diste, durante nuestra conversación, y
los motivos por los cuales desechasteis esa contratación. Y
entiendo que me dijeras que estuvisteis a punto de hacerme
caso.
Lo que sí me vas a perdonar, presidente, es que haga público
lo que te dije en relación con el comportamiento del
director técnico. Y lo hago por el bien del club y porque
creo que os ha tomado el pelo a los directivos. El egoísmo
de José Enrique Díaz ha sido incuestionable. Por haber
pensado nada más que en él y en sus problemas familiares.
En principio, cuando José Enrique aceptó el despido de
Quintero, lo primero que debió hacer, cual valedor suyo que
fue, es poner su cargo a disposición de la junta directiva.
Y no lo hizo. Ahora se le ha presentado la oportunidad de
compensar su error dando un paso al frente y asumiendo su
responsabilidad en el banquillo hasta el fin del Campeonato.
Pero le ha podido el canguelo. Y le han faltado testes para
ayudaros en el tramo final. El más duro. Aprender toca,
presidente. Y suerte para Benigno Sánchez.
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