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OPINIÓN - JUEVES, 7 DE FEBRERO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

Mohamed V, “Justo entre las Naciones” (I)
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Mal que a algunos les pese, la identidad judía es junto a la amazigh, la árabe y la “andalusí” consustancial a la vertebración de la identidad marroquí. Marruecos es al igual que España un fecundo cruce de pueblos y de culturas, aun en cuya formulación final unas hayan pesado más que las otras. Al contrario que en otros países árabes e islámicos, en los que más de 600.000 judíos fueron expulsados con una mano delante y una atrás siendo acogidos, como se pudo, en Israel, un país cercado y sometido a una cruel guerra por sus intolerantes vecinos desde su creación como Estado (al amparo del derecho internacional y de las Naciones Unidas) en 1948, la diáspora judeo-marroquí fue abandonando el país al filo de la década de los sesenta más por incomodidad que por otra cosa, repartiéndose por todo el mundo. En su homenaje, el mismo Hassan II organizó cuatro años antes de su muerte un brillante acto en la cosmopolita ciudad de Nueva York. Todavía hoy y en pie de igualdad con sus conciudadanos musulmanes, sobre tres mil quinientos judíos viven y trabajan en el Marruecos de sus antepasados.

Sabido es aunque algunos se empeñen vanamente en negarlo (desde el presidente iraní Ahmadineyad ¡hasta el Bloque Nacionalista Gallego!) que durante la II Guerra Mundial el pueblo judío, acosado y perseguido, fue masacrado en Europa casi hasta su exterminio, en un tremendo golpe que sesgó cruelmente la vida de seis millones de personas y del que, demográficamente, aun no se ha recuperado. Tras la rotura de la línea “Maginot” y la caída de Francia, le cupo al Régimen de Vichy en manos del anciano mariscal Petáin administrar el Protectorado Francés en Marruecos, en el que vivían miles de judíos con nacionalidad marroquí, una parte significativa sirviendo en Palacio y a los que el Residente General Noguès exigía que portaran, cosida de forma infamante, la Estrella de David de seis puntas. ¿Llegó a pedir el sultán y futuro rey Mohamed V, según se dice, veinte “estrellas” más para él y los suyos como hizo la familia real de Holanda…?

El dahir del 31 de octubre de 1940 introducía numerosas restricciones (principalmente de acceso a la función pública), pero las instituciones judías siguieron funcionando normalmente y el sultán, aun presionado por Noguès, hizo cuanto estuvo en su mano por ralentizar su aplicación. En 1941 y durante los actos de la “Fiesta del Trono”, logra el sultán un importante golpe de efecto al recibir, con todos los honores, a numerosas personalidades de la comunidad judía marroquí en presencia de las autoridades francesas y de una delegación alemana; no obstante viene la revancha y no puede impedir la publicación de otro dahir restrictivo a las libertades, el del 8 de agosto del mismo año, que entre otras cosas obliga a los judíos residentes en barrios europeos a volver a las “mellahs”. La situación se degrada tras el desembarco norteamericano en noviembre de 1942, que supone la deportación de miles de judíos marroquíes a duros campos de concentración en la región oriental del país… El sultán, bajo cuerda, actúa en lo que puede, humanizando las condiciones e interesándose por la situación de los deportados, para enojo de las racistas autoridades de Vichy que no dudan en llamarlo “El Sultán de los Judíos”.
 

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