Llevo mucho tiempo sin ver a la
Asociación Deportiva Ceuta en el Alfonso Murube. Aunque debo
decir que, gracias a Radio Televisión Ceuta, he seguido sus
actuaciones fuera. Y sería muy torpe si no tuviera ya una
opinión formada de cómo es el equipo, en muchos aspectos
técnicos, tácticos, de entrega, disciplina, etcétera. Aun
así, no tengo el menor interés en analizar sus virtudes y
defectos; y mucho menos enjuiciar la labor del entrenador.
Entre otros motivos, porque este espacio está reservado para
otros menesteres.
Sin embargo, no han faltado ocasiones en las que he escrito
sobre lo declarado por directivos o técnicos, al considerar
yo que sus exposiciones parecían ir dirigidas a personas de
cortas luces. Sin caer en la cuenta de que en esta vida
hasta los más tontos hacemos relojes.
Fue el caso de Ramón María Calderé; quien estuvo
siempre más preocupado de analizar las decisiones de una
directiva exitosa, que de corregir los errores de bulto que
cometía, una semana tras otra, cuando le tocaba decidir en
el banquillo. Fue también, cómo no, cuando a Carlos Orúe se
le ocurrió airear, a modo de imposición, que la directiva
debía contratar a un segundo entrenador, porque él se
aburría en la ciudad (a propósito: tuvo suerte el técnico
jerezano con que en ese tiempo los “caballas” de verdad no
estuviesen ejerciendo como tales. Pues por menos, años
antes, éstos le hubieran recitado de memoria el horario de
salida de los barcos).
Por consiguiente, ahora me toca atender a las declaraciones
del director técnico y entrenador de la ADC, por
considerarlas de interés. Ya que el hombre, a pesar de que
ya estuvo otra temporada en esta tierra, sigue creyendo que
en Ceuta vivimos con varios años de atraso. Y por ello se
nos puede contar trolas de largo metraje.
Mentiras que me hacen pensar en si los sevillanos, ya que
José Enrique Díaz lo es, están tan sobrados para hablarnos
de esa manera o es él el que, gracias a estar en posesión de
un caletre descomunal, se puede permitir el lujo de
contarnos el cuento del alfajor a cada paso. Que es lo que
ha vuelto a hacer nada más terminar el partido de su equipo
frente al Betis B.
José Enrique Díaz avaló la contratación de Diego Quintero.
Y él, cuando el equipo estaba a cuatro puntos de los puestos
que otorgan premio, se puso nervioso y le comunicó a los
directivos que la plantilla estaba por encima de los
conocimientos de Quintero. Con lo cual sentenció a su
compañero.
El equipo vuelve a estar a cuatro puntos del cuarto
clasificado y Díaz, tal vez angustiado, recita su particular
letanía: propala que ha firmado un contrato en blanco como
entrenador y no entiende por qué tiene que aguantar a un
aficionado que se sitúa detrás del banquillo para decirle de
todo, en cuanto comienzan los partidos. De ahí que reclame
la contratación de un entrenador. Ya que esa es una presión
tan grande como inmerecida. Máxime cuando él no quería
sentarse en el banquillo.
Pero lo que no está dispuesto a seguir soportando -¡qué
necesidad tiene él, si no cobra por ser entrenador!- es
quedarse sin vivir en Sevilla, tres días a la semana, como
hacía cuando aún estaba Quintero. Y alega que echa mucho de
menos a su familia. Estupendo. Esa manera de ser lo
dignifica. Convendría saber qué pasta se ha embolsado el tal
José Enrique por venir tres días de visita a Ceuta, cuando
sólo ejercía de director técnico.
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