Ya sabemos que hasta que lleguen
las elecciones del próximo mes de marzo no vamos a tener un
momento de sosiego. Ocurre cada vez que las hay y, me temo,
que por mucho que nos pese, seguirá ocurriendo en el futuro
aunque ello consiga ponernos de los nervios a todos los
ciudadanos. Sin embargo, hay algo que me gustaría
preguntarles a los políticos, algo tan sencillo y simple
como pedir que me expliquen el porqué no han hecho, durante
todo el tiempo de que han dispuesto durante la legislatura,
todo aquello que, ahora, a las postrimerías de su mandato,
parece que se empeñan en ofrecernos, de prisa y corriendo.
Para entendernos, que todo lo que nos están queriendo dar
con tanto afán no es más que una pequeña parte de aquello
que primero nos han quitado. Pero observen y no pierdan
ripio. A unos les han quitado más y, no precisamente, a los
que más tienen o atesoran, no, no, nada de eso, a los
infelices de esa clase media que no saben, no pueden o no
tienen dinero para pagarse unos asesores listos que les
ayuden a deslizarse por las triquiñuelas legales, para
evadir el pago de impuestos o, al menos, pagar menos
Verán, no es que me queje de que los haya que, legalmente,
saben como pagar menos a Hacienda, de lo que si me lamento
es que yo no pueda, no sepa o no me atreva a valerme de
ninguno de estos trucos y, por ello, resulte que, cada año,
tenga que dedicar una parte muy significativa (al menos para
mi) de mis ingresos, a satisfacer el hambre insaciable de
nuestro padre “El Estado.”
Me molesta ver que mi vecino, el multimillonario, me mira
por sobre el hombro y con una media sonrisa me espeta: ¡Oye,
pero tú eres tonto, yo ni soñando pagaría lo que tú pagas! Y
yo sé que sólo le falta añadir una palabra a su observación:
“panoli” y, si quieren que les sea sincero creo que, en
efecto, me la tendría merecida. Pero, vayamos a lo que
vamos.
Si el señor Zapatero ha querido entrar en esta subasta que
se traen de intercambiar ofertas preelectorales, no voy a
quejarme; como tampoco lo hare si los del PP lo hacen; no
obstante convendría que concretasen, ante notario, que,
efectivamente, se van a llevar a efecto y, en especial,
cuándo será que los ciudadanos vamos a poder recoger este
maná que parece que nos va a caer del cielo cuando, uno u
otro aspirante a la presidencia, consiga alcanzar su meta.
Porque, si yo no estoy muy confundido, para poder hacer un
regalo lo primero que se precisa es disponer de medios para
hacerlo. Si me fijo en que quienes me están ofertando las
gabelas para que los vote y quiero averiguar de dónde van a
sacar los medios para cumplir su promesa, no me queda más
remedio que dirigir la vista a los Presupuestos Generales
del Estado; porque, de una cosa sí podemos estar seguros: de
sus bolsillos particulares no va a salir ni una perra gorda
¡faltaría más!
Si seguimos razonando querremos saber de dónde se nutren las
partidas presupuestarias y ¡Oh, sorpresa!, resulta que
vienen de nuestros impuestos o sea del dinero que ha salido
previamente de nuestros escuálidos bolsillos.
De modo que, los 400 euros que ofrece la señora De la Vega,
o al menos los defiende como una medida “hiperprogresiva”,
han salido de aquello con lo que yo he contribuido con
anterioridad sólo que, y aquí está el truco, el que sólo
hubiera pagado 400 euros se quedará como si no hubiera
pagado nada; los que no llegaran a los 400 euros saldrían
ganando y los que, como este infeliz que escribe estas
líneas, han tenido la desgracia de haber pagado más, tendrán
que conformarse. Esto de igualar, cuando uno ha tenido que
cotizar más a la seguridad social para recibir los mismos
servicios; cuando uno ha tenido que pagar cada año, le vaya
bien o mal, por tener un patrimonio, conseguido a base de
mucho esfuerzo y trabajo, y se da cuenta de que otros, que
han despilfarrado sus dineros en viajes u otras diversiones,
no han tenido que pagar nada por lo suyo; puede resultar muy
“social” pero chincha un rato. Y es que, con esto de la
“solidaridad”, uno se da cuenta de que el único solidario de
verdad, aunque sea a la fuerza, es el mismo y cuatro
desgraciados más.
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