Suceso que se produce sin una
intención previa o sin una necesidad de orden natural. Así
reza en la primera acepción del diccionario Manuel Seco. Y
casual debe ser, al menos así lo quiero pensar, que, desde
hace ya un tiempo, Otilio Ridruejo y Luis María Aznar,
periodistas de “El Faro de Melilla”, hayan decidido no
seguir persiguiendo con saña al presidente de la Federación
de Fútbol de Melilla y al consejero de Deportes.
Casualidad o no, miren ustedes, lo cierto es que han cesado
los ataques contra Diego Martínez y Robles. El primero,
presidente de la federación y el segundo, consejero de
Deportes. O bien alguien ha decidido que los artículos no
deberían leerse en Ceuta. Pues era de cajón que estaban
cometiendo un acto de injusticia evidente. Por algo tan
simple: si en Melilla el citado periódico no dejaba de
calentarle la cabeza a Juan José Imbroda, para que éste
metiera la linterna en las cuentas de la federación, ya que
recibe casi 50 millones del Ayuntamiento, lo lógico hubiera
sido hacer lo mismo en Ceuta.
Era, como ya he dicho, una obviedad que estaba fuera de toda
discusión. Y así lo escribí varias veces, semanas atrás. Por
lo tanto, estoy empezando a creer que la cosa no es casual;
sino que alguien ha sacrificado el deleite que le producía
el criticar acerbamente, una y otra vez, a los cargos
melillenses, con el único fin de mortificar al presidente de
la Ciudad, Juan José Imbroda, para no verse obligado a
causarle los mismos problemas al amigo de turno en Ceuta.
Sí, ya sé que ustedes estarán pensando en que ese amigo de
turno es Juan Vivas. Pues no. El amigo de turno es el
presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta. El cual vive
protegido por la misma empresa que ha venido despotricando
contra la Federación de Fútbol de Melilla, contra la
consejería de Deportes y contra el presidente de la Ciudad.
Emilio Cózar sabe que mientras cuente con la protección del
empresario periodístico, va a ser muy difícil, por no decir
imposible, que éste insista, al igual que lo ha venido
haciendo en Melilla, en la necesidad que tiene la federación
de ser sometida a investigación, controles presupuestarios,
fiscalización, auditorías... En suma: que su presidente dé
explicaciones públicas sobre el destino de los dineros del
fútbol.
Emilio Cózar tuvo la feliz idea, en su momento, es decir,
cuando el GIL dejó de gobernar, de afiliarse al Partido
Popular. De esa manera se procuró otro escudo para
defenderse de todas las personas malévolas que intentaran
recordarle que la Federación de Fútbol de Ceuta es un
organismo que está pidiendo a gritos luz, más luz, mucha
luz... Un organismo presidido por él desde que los
estadounidenses hundieron el Maine.
Pero hay más, y he aquí lo que uno, observador permanente de
la actualidad, no acaba de entender: ¿cómo es posible que
nuestro inmisericorde fiscal, Juan Luis Aróstegui, no haya
caído en la tentación de denunciar las oscuridades que se
ciernen sobre la contabilidad de la federación? ¿Qué miedo
tiene el terrible acusador público para no decir ni pío de
un organismo que recibe subvenciones del Ayuntamiento?
Piensen ustedes, estimados lectores, en las causas. Y, sobre
todo, tomen nota las personas que aspiran a convertirse en
presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta.
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