Juan Luis Aróstegui, alias
el iluminado, está tratando de acelerar el ritmo de sus
despropósitos aireados, para ver si a Juan Vivas le
entra el canguelo y él puede ganar una partida que le
vendría que ni pintiparada para que, al fin, en su casa se
dieran cuenta de que viven junto a un ser excepcional. Pues
bien sabido es que familia y mayordomo son los últimos en
enterarse de que comparten habitáculo con alguien que roza
lo sobrenatural.
Esta semana, su “dardo de los jueves” ha rozado lo sublime.
Nos ha dejado con el alma pendiente de un hilo al contarnos
de qué modo Juan Vivas, antes dirigente de prudencia
reconocida, se está metiendo en berenjenales que pueden
ponerle en la senda de la corrupción. El iluminado, a lo que
se ve, está dispuesto a jugárselo todo a una carta con tal
de que la gente, mayoritariamente, no digan de él que es más
desgraciado, en sus actividades políticas, que el
postiguillo de San Rafael en Córdoba.
El iluminado, en esta ocasión, ha ido a la búsqueda y
captura de los técnicos. “Cuantos más papeles tiene un
expediente, más grande es la mentira que trata de ocultar”.
¿Insinúa o afirma que están prevaricando los funcionarios
con sus informes? Luego, en un alarde de buena fe, les
recuerda a los empleados de ACEMSA que Juan Vivas les quiso
arruinar sus vidas. Y deja entrever, maliciosamente y bajo
el nombre de paquete diabólico, que hay “treinta mil
millones de pesetas” en juego en las siguientes operaciones:
ACEMSA-Manzana-Soterramiento-Plaza Vieja.
Menos mal que, en un momento de lucidez terrenal, el
iluminado ha reconocido, aleluya, que pertenece a un partido
extraparlamentario; o sea, que reconoce ya, sin tapujos, que
es un don nadie. Pero trata de arreglarlo diciendo que el
PSPC, glorioso y victorioso, ha sido marginado por la
inestimable colaboración de los medios de comunicación
debidamente financiados. Arsa, pilili, ele mi niño Juanito,
y vivan los tíos con una cara de hormigón armado, que diría
mi admirado Campmany.
Cómo es posible, niño Juan Luis -porque en el fondo es lo
que eres: un niño soberbio, envidioso, frustrado, etcétera-,
que no ten sonrojes lo más mínimo al denunciar que los
medios son los causantes de tus fracasos electorales. Vamos,
de que lleves muchos años mendigando votos y siempre quedes
como la Chata de Cái o como Cagancho en
Almagro.
No te avergüenzas, niño descarado, listo entre los listos,
repelente, muchas veces, proclamar que en el periódico donde
escribes tus dardos atentan contra ti para que no puedas
explayarte a gusto contra Juan Vivas, contra el Gobierno
presidido por él, contra los técnicos del Ayuntamiento y
contra todas las personas que no se someten a la dictadura
de tus intereses.
Los niños como tú, Juanito, cuando no consiguen el juguete
deseado, berrean, despotrican, dejan de comer para
coaccionar a sus padres, y hasta se hacen los enfermos con
el único fin de salirse con la suya. Es tu caso. Pues no me
negarás que tus rabietas, por querer participar en ese pacto
diabólico en el cual, según tú, hay treinta mil millones de
pesetas en juego, no son dignas de que te lleven al
psicólogo. No vaya a ser, Juanito, que en uno de esos raptos
de histeria se te vaya la olla y arruines a los tuyos. Quien
con niños se acuesta... Ah, no es de niño educado meter a
Mohamed Alí en tus desvaríos.
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