El consejo de Ministros aprobó el
pasado día 2 de Noviembre, la nueva regulación del
Bachillerato, con lo cual la excelencia académica y el
esfuerzo quedan de nuevo arrinconados con una normativa que,
con el pretexto de combatir los altos índices de fracaso
escolar en el Bachillerato –una nueva denuncia de la OCDE-,
sólo pretende enmascararlos con una fórmula de promoción que
hará que los alumnos estén más tiempo en el Centro
Educativo, pero sin preocuparse de que aprendan más y mejor.
Desde el pasado 20 de Diciembre, los padres ya no podrán
“corregir moderada y razonablemente” a sus hijos como figura
en dos artículos del Código Civil, el 154 y el 268. Lo que
muchos se preguntaban ahora es dónde estará el límite de los
progenitores a la hora de modificar una conducta inapropiada
de sus hijos, ya que esta reforma conlleva, en el fondo, que
acciones como un cachete o una bofetada no cuenten con
ningún respaldo en nuestra legislatura.
El nuevo texto que modifica los dos artículos citados del
Código Civil, donde se regulará la patria potestad, no sólo
elimina la posibilidad de “corregir razonablemente y
moderadamente” a los hijos, sino que indica cómo los padres
deben reprender a los menores “con respeto a su integridad
física y psicológica” y “de acuerdo con su personalidad”.
El resto de la regulación de la patria potestad, continúa
como hasta ahora está redactado. Los padres deberán “velar”
por sus hijos, “tenerlos en su compañía, alimentarlos,
educarlos y procurarles una formación integral” y
“representarlos y administrar sus bienes”.
Lo que en verdad ha destapado este cambio legislativo es
conocer hasta dónde llega el límite entre, lo que para
muchos significa una amonestación sensata, para corregir una
conducta y los malos tratos a los menores, una lacra que
toda la sociedad condena. El Ministerio de Justicia lo ha
resuelto en una nota explicando la reforma: “Aunque el
Código Penal castiga expresamente a quien menosprecia la
integridad corporal o la salud física y mental de los
menores, en la nueva redacción de los dos artículos del
Código Civil se ha considerado preferible evitar cualquier
interpretación permisiva con el castigo físico a menores”.
Para la CEAPA, Confederación Española de Padres de Alumnos,
en España todavía está muy extendida la idea de que dar un
cachete a tiempo es una actitud correcta, pero la autoridad
de los padres no se puede ejercer con violencia, sino con la
razón, el diálogo, la comunicación y la proximidad hacia los
hijos. Si ejercemos violencia sobre los niños, ellos después
reproducirán ese modelo”.
Por parte de la CONCAPA, Confederación Católica de Padres de
Alumnos, “Se estima que igual que se ha desprestigiado la
labor docente y se le ha desprovisto de autoridad, privar a
los padres de poder corregir a sus hijos de forma razonable
va a traer muchos problemas a la familia, porque el hijo va
a estar al mismo nivel de opinión y autoridad que los
padres”.
Otros piensan que “así que cuando el hijo se ponga
imposible, cuando no haya manera de reconducir un berrinche,
cuando su autoridad paterna esté en riesgo franco de
menoscabo ante la suprema potencia del capricho infantil,
sujétese los impulsos y las manos y dialogue. Sobre todo
dialogue: en caso contrario puede convertirse de manera
oficial en un odioso maltratador y recabar en un Juzgado”.
En nuestra sociedad un 60% de padres están a “favor de un
cachete” que ya evita problemas. Sin embargo es
contradictorio cuando entienden que el diálogo es la mejor
forma de educar, sin dudas. Y también resulta más eficaz
premiar los comportamientos adecuados y correctos de los
niños, que propinarles un cachete. Ese 60% considera que es
necesario enseñarles a obedecer desde edades tempranas,
aunque para ello hay que aplicar castigos…
En tiempos lejanos, los niños, fueron sometidos a sistemas
de obediencia ciega hacia, en particular, la figura del
padre, donde ya se encargaba de marcar las pautas para que
la relación paterno-filial fuese lo más disciplinada
posible. La autoridad del padre estaba fuera de toda duda
¿Utilizaban castigos físicos? Posiblemente tuvieron la
tentación de utilizarlos. En mis recuerdos queda el empleo
de la correa, que no tardaban en “desenvainarla” del
pantalón. Sin duda, que con los “correazos”, se podían
modificar determinadas conductas no deseadas. En general, se
castigaban actos de desobediencia. No, por supuesto, bajos
rendimientos escolares, ya que muchos alumnos no tuvieron la
oportunidad de ir al Colegio. Y, además, el trato entre
padres e hijos, no tenía nada de cercanía, más de
alejamiento, que les obligaban a que fuesen tratados de
usted.
Por fortuna para todos, las cosas han cambiado mucho. Quizás
los papeles hayan cambiado. Pero se ha de seguir luchando
por conseguir el mejor equilibrio en la familia. Está a
punto de publicarse el libro “Padres consecuentes, hijos
felices”, escrito por tres madres que nos muestran cómo
educar a nuestros hijos, mediante el novedoso procedimiento
pedagógico que ellas mismas han diseñado y desarrollado, y
que han bautizado como el método de las consecuencias
naturales y funcionales…
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