Los caciques, desgraciadamente,
han existido en todos los pueblos de España, en la época que
incluso tenían el derecho de pernada. Quién o quiénes, en
cualquier pueblo de España de aquella época, se atrevían a
llevarle la contraria la cacique de su pueblo. Nadie lo
hacía porque sabía que acabaría con él y toda su familia,
por el camino de no darles trabajo o si tenían una pequeña
parcela o negocio buscarle la ruina.
Si alguien cree, que los caciques han desaparecido de los
pueblos de España, comete el mayor de los errores. Los
caciques, desgraciadamente, para algunos pueblos de España
siguen existiendo y tratando de de imponer su voluntad sobre
el resto de sus convecinos. Bueno, no hay que exagerar,
dentro de toda esta fauna están incluidos los caciquillos,
que ni a caciques llegan. Antes, todos estos caciques
actuaban a cara descubierta, hoy lo hacen como en el cuento,
lobos vestidos con piel de cordero. Algunos, en su osadía,
son capaces de asomar hasta la patita por debajo del
disfraz, con la que dar a conocer, sin temor a equivocarnos
los que vemos la patita, su personalidad. Uno cree, perdón
por señalar que está una jartá de feo, que más que osadía es
su falta de inteligencia y su tremendo ego, que les lleva a
querer presumir de su caciquismo tratando, al enseñar la
patita para que se sepa quien es de asustar a sus enemigos.
Estos alcanzan el grado sumo de la gilipollez. Realmente no
alcanzan ningún grado, cada uno es lo que es. Y estos, sin
duda alguna, son los caciquillos
Otros, por lo contrario, mucho mas inteligente y con
preparación, jamás enseñan la patita para, con ello,
descubrir su personalidad. Tratan, por todos los medios a su
alcance, que nadie sepa quienes son aunque, a decir verdad,
casi todos en el pueblo los conocen. Sin embargo tienen la
habilidad suficiente para intentar pasar desapercibido e
incluso, en un alarde de preparación y sapiencias, llegan a
criticar a los casiquillos. Unos casiquillos a los que les
prestan ayuda, dándole las migajas de lo obtenido,
teniéndoles contentos y permitiéndoles presumir de su
caciquismo, ya que ese presumir les sirve, a los auténticos
caciques, de tapadera.
La existencia de toda esta fauna, incluidos los casiquillos,
les hacen un flaco favor a los pueblos donde están
ejerciendo esa labor tan antigua, pero que sigue estando
vigente, para desgracia de los pueblos, en los momentos
actuales. La pregunta del millón sería; ¿se puede acabar con
ellos?. La repuesta es sencilla, se puede acabar conillos de
forma rápida. En cuanto los que tienen la sartén por el
mango estén dispuestos, en cualquier momento, a hablar y
contarle al pueblo las presiones que sufren por parte de
esta fauna. Claro que los que tienen la sartén por el mango
deben estar limpios como una patena, con lo cual no cabría
chantaje alguno por parte de estos caciques. Y como decía mí
abuela, que ya saben ustedes que era sabia; “muerto el
perro, se acabó la rabia”.
El día que los pueblos, los que mandan, se decidan de una
vez por todas, poner a cada uno de esta fauna en su sitio,
sin lugar a dudas habremos dado un paso de gigante, parta
adentrarnos en la democracia y librar a los pueblos de esta
escoria, que sólo busca su beneficio. Como las meigas,
haberlos haylos. ¿O no?
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