Ha caído en las redes de Juan
Luis Aróstegui. Y le va a costar sangre, sudor y
lágrimas el poder deshacerse de tan funesta compañía. El
secretario general del PSPC va a terminar sonado si continúa
a la vera de quien sólo piensa en sí mismo. Y lo peor del
caso es que entonces le veremos gimiendo por los rincones y
lamentándose, en sus ratos de lucidez, del maldito día en
que se dejó ganar para semejante causa.
Seguro estoy de que Iván Chaves se acercó a Juan Luis
Aróstegui convencido de que el sindicalista era la persona
que contaba con más posibilidades de buscarle un empleo tan
bien remunerado como poco exigente a la hora de doblarla.
Parece mentira que los amigos de su padre, que los tenía, no
le avisaran a tiempo del error que cometía al ponerse bajo
las órdenes de una persona despreciada continuamente en las
urnas e incapaz de sentir el sonrojo de la derrota por
sistema.
José Antonio Alarcón tardó mucho tiempo en darse
cuenta de que su vida iba languideciendo a la sombra de
Aróstegui. Que había llegado un momento en el cual su
identidad se estaba diluyendo en la del compañero opresor.
Que estaba sometido a los caprichos de un hombre lleno de
oscuridades y con un ego tan grande como el patio de armas
de las Murallas Reales. Y además, por si no fuera
suficiente, no dejaba de ser el segundón de un perdedor
nato. De un individuo frustrado que piensa diariamente en
cómo demostrar la enorme tirria que le tiene a Juan Vivas.
Y, aunque tarde, el director de la Biblioteca Municipal tomó
la decisión de volver a su trabajo, después de hacerle una
peineta a un agorero profesional.
A Iván Chaves le vendría muy bien, si acaso no ha roto las
relaciones con Alarcón, visitar a éste para que le pusiera
al tanto de lo que le puede pasar si sigue entregado en
cuerpo y alma a las directrices marcadas por JLA. Sería muy
conveniente para él que el bibliotecario le explicara hasta
qué punto se vería un día disminuido en muchos aspectos por
seguir al pie de la letra las indicaciones de quien cree
estar por encima del voto mayoritario de los ciudadanos. Y,
desde luego, a ICH le convendría, más que nada, oír cómo
Alarcón le confiesa que está ya muy visto dando conferencias
de prensa, a cada paso. Y que está transitando por esa línea
tenue que separa lo tenido por formal de lo cachondeable.
A Iván Chaves, secretario general del PSPC, le miro yo con
las mismas simpatías con que miraba a su padre. Con quien
sólo me gustaba hablar de fútbol. Y, como él tenía asumido
que de eso chanelaba yo, amén de no llevarme la contraria
escuchaba atentamente mis explicaciones. Porque era, sin
ninguna duda, persona inteligente y cautelosa y porque
miraba de manera que uno supiera que el que estaba enfrente
sabía de qué iba la cosa. Una mirada capaz de echar abajo
cualquier atisbo de petulancia.
Por todo ello, y porque veo a Iván Chaves entregado a una
causa perdida, me atrevo a decirle que mientras JLA juega
con todas las ventajas habidas y por haber, él estará
siempre en situación precaria. Expuesto a todas las
contrariedades posibles. Y, cuando se quiera dar cuenta, a
pesar de ser una de las diez personas más influyentes de
Ceuta –menuda trola le han contado al diario “El Mundo”-,
será ya tarde para enmendar los yerros que viene cometiendo
desde que decidió ponerse al servicio de un tipo que lo está
conduciendo por la senda equivocada. ¡Uf!
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