Una bandera ondea, haya viento o no, dentro de todos
aquellos que la hayan visto ondear durante años, capaces o
incapaces de recordar; sean más o menos sentimentales. Una
bandera es más que un paño bordado; es una familia que ha
comido más de los ranchos de cuartel que de las lentejas de
un hogar despojado a causa del trabajo de un legionario. La
bandera son muertes en combate y memoria; y, con los años, a
los que han pasado a la reserva, la bandera les deja un
regusto como amargo, porque lo dulce, de tanto paladearlo,
se ha fugado. A una bandera se la recuerda como a una madre
capaz de contar historias tan hirientes como embriagadoras.
El Novio de la Muerte resquebrajó la fina lluvia que
despidió a los soldados de la V Bandera, para que a los
presentes le calara en el alma. El comandante general, Vidal
de Loño, entregado, entonó el primoroso himno con clamor,
como si fuera un legionario.
Al concluir el acto, al último mando oficial que ha mandado
esta bandera, Fernando Ortiz, le costaba expresar su emoción
a través de sus palabras, manejadas desde la memoria, como
si fueran marionetas: “Siento mucha tristeza y se notará en
mis palabras, que no salen como me gustaría que saliesen”,
decía emocionado. “Ha sido un acto muy emotivo para mí. De
hecho, me he desplazado desde Madrid para darle el último
adiós al guión de mi bandera”, expresó.
“Esta es la cuna de La Legión y creo que no debe
desaparecer, no obstante, la superioridad, con su superior
criterio, decidirá”, finalizó.
Otra de las personas homenajeadas ayer fue el coronel
Gregorio Pérez Sendino, mando presente más antiguo que ha
tenido el honor de mandar la V Bandera.
Los cambios de reestructuración en el Ejército han obligado
a tomar la decisión de unir la cuarta y la quinta Bandera en
una sola: la cuarta, que quedará establecida en el Serrallo,
dentro de lo que será, en aproximadamente 10 años, la Base
Única militar. El acuartelamiento de García Aldave, más
retirado de la ciudad y obsoleto que el otro, servirá como
campo de maniobra o instrucción de unidades. De esta forma
Ceuta ha pasado, desde 1986 (año de disolución de la sexta
bandera) hasta la actualidad, de tener tres banderas a
ostentar una sola, la cuarta, la más condecorada de todas
las que existen. Hay que recordar que la cuarta y la quinta
bandera se crearon el mismo año, en 1921, siendo el primer
jefe de la Vª, Juan José de Liniers y Muguiro. En su
nacimiento, la quinta Bandera quedó instalada en Dar-Riffien,
hasta 1961, cuando se replegó definitivamente en Ceuta.
A partir de ahora ondeará, ya sin el viento de la vida, en
el Museo de La Legión.
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