Estoy otra vez en Barcelona, en un
viaje relámpago que he tenido que hacer porque se me
complica las consecuencias de jugar a jinete sobre caballo
mecánico salvaje, léase moto, a mis años. Lo que sólo fue un
golpecito de nada, en una de mis dos ya viejas rodillas, es
ahora una compleja patología digna del mejor futbolista: los
tendones, o como se llamen esos tirantes que sujetan la
rótula, hechos unos zorros (que no tienen nada que ver con
la “zorrería” de ayer) y como tengo mucha confianza en mi
médico catalán, me he venido a ello precisamente.
Dejando de lado mis cuitas personales, estuve reunido con un
grupo heterogéneo de gente procedente de los más impensables
rincones del orbe. Desde un palestino, cristiano, antiguo
residente en Belén y hoy inmigrante legal con papeles en
Catalunya; un cuahumatecoc (de veras, así me lo escribió el
tío) de no se qué tribu perdida en una no menos perdida
cumbre de los Andes, cuyo nombre es tan complicado y difícil
de tragar que bien pudiera ofender a algunos; pasando por un
manchuriano de ojos tan rasgados que parecían más bien dos
tizonazos horizontales con lápiz de carbón que otra cosa; y
acabando en un liliputiense de no más de metro de estatura,
rumano o algo así.
No se trataba de ningún circo, de verdad; es que había
acudido al chiringuito de un conocido amigo mío para comer y
me encuentro esa variopinta reunión. Aunque he de confesar
que a algunos los conozco desde hace tiempo.
Estaban discutiendo sobre los asentamientos judíos en
Cisjordania y los abusos que cometen los sionistas contra
todo palestino.
Estuve, hará ahora diez años, en Israel y visité la pequeña
ciudad de Belén, a unos 9 kms al sur de Jerusalén. Enclavada
en los Montes de Judea estaba, entonces, habitada por una
inmensa mayoría de cristianos. Hoy en día, según me comenta
Jaleb, el palestino, es una triste minoría desde que se
levantó el muro que rodea a la ciudad.
Visité la Basílica de la Natividad, y bajé a una gruta donde
se encuentra una brillante estrella metálica que indica el
punto exacto del nacimiento de Jesús de Nazaret… aquí entro
en una pequeña controversia con mis interlocutores, todos
ellos creyentes, y le indico que no sólo es una Belén. En
Israel existen dos lugares llamados así, uno el ya indicado
en Judea y otro, apenas un villorrio, en Nazaret y por
simbiosis de datos, Jesús de Nazaret tenía que ser de la
Belén mencionada en segundo lugar y que sistemáticamente ha
sido escamoteada y ocultada históricamente para poder
presentar a Jesús como descendiente directo de David, que sí
nació y vivió en Belén de Judea.
Bueno, ahí se desató un “maesltrom” que casi nos deja
tirados. Zanjada la discusión por el presidente de sala,
digo por el tabernero, proseguimos contando nuestras
opiniones. El palestino Jaleb me dice que está notando el
juego de los judíos con esos asentamientos en las cercanías
de “su ciudad”. De hecho, han construido un asentamiento en
los mismos límites de la ciudad, que lo llaman “línea verde”
y el Gobierno de Israel, al construir el muro, lo ha hecho
por el borde exterior del mencionado asentamiento y con ello
se apodera de un 20% de territorio palestino. Así, de esa
manera, poco a poco se van apoderando de terreno ajeno (en
desacuerdo con las disposiciones de la ONU) y estrangulando
a los palestinos mediante esa especie de prensa que son los
muros.
La invasión de territorio palestino por parte de los judíos
(no de los israelitas en sí, sino de los ortodoxos judíos)
es una constante desde que terminó la Guerra de los Seis
Días y van ocupando palmo a palmo terreno, construyendo
asentamientos en lugares prohibidos, ocupando casas (aunque
derruidas por las bombas isralelitas) que los palestinos
abandonan… les digo a los reunidos que con mi ciudad, Ceuta,
pasa lo mismo pero sin bombas. Los musulmanes la van
ocupando poco a poco, en un “plan avanza” que no te menees y
perfectamente compinchados con ciertos políticos locales,
por lo que la semejanza con Belén es clavada, pero sin
bombas repito. Les explico que los musulmanes construyen sus
asentamientos hasta dentro de las casas existentes y si
muchos consiguen la nacionalidad española, la suya marroquí
no la abandonan jamás de los jamases. Jaleb me responde que
ya somos dos… ¿dos qué?.
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