Valientes estudiantes y docentes universitarios protestaron
hace pocos días en Roma porque el Papa Ratzinger quería
pronunciar un discurso en la Universidad romana «Sapienza».
Los científicos fundamentaron su oposición, entre otras
cosas, basándose en que Joseph Ratzinger, en el año 1990,
cito al filósofo Paul Feyerabend. Fayerabend denominó el
proceso contra Galileo Galilei como algo «razonable y
justo». Los estudiantes dicen que quien desprecia de este
modo la libertad de la ciencia, no puede hablar en una
universidad.
Entonces sucedió lo inesperado: ¡El Papa renunció a la
visita! Con ello ha demostrado que no tolera la crítica. Al
parecer aún se encuentra en la tradición del Papa Bonifacio
VIII, quien en el año 1303 fundó la universidad romana. Con
un poco de anterioridad, este Papa había proclamado una bula
que establecía: «Someterse al Papa romano es absolutamente
necesario para toda persona, para alcanzar la salvación.
Esto lo explicamos, afirmamos, determinamos y anunciamos
Nosotros».
Los valientes estudiantes y docentes de Roma, después de 705
años han demostrado con su acción que no se quieren seguir
sometiendo al Papa. Una muestra de verdadera sabiduría («sapienza»),
y un momento histórico.
El Papa actual pone con gusto la palabra «razón» en sus
labios, pero en realidad practica un oscurantismo medieval.
Esto no sólo lo muestra su cita sobre Galileo, sino también
el que fomente el exorcismo, la adoración que tiene por las
reliquias y el que relativice la Inquisición. En la
televisión alemana (programa «Kontraste», 1ª cadena, ARD,
del 3.3.05) pocos meses antes de ser elegido Papa, confesó
que la Inquisición «en parte era criticable», y después
añadió: «Pero hay que decir que la Inquisición fue un
progreso, ya que no se podía seguir condenando sin
inquisitio, es decir, que tenían que tener lugar
investigaciones».
Quizás aquí sea interesante citar lo que dijo Don Gabriel
Amorth, el jefe exorcista del Vaticano, en la revista
alemana «Der Spiegel» (7.1.08): «En el mismo Vaticano ya no
hay ningún exorcista activo. En su lugar hay sectas
satánicas. Están por todas partes. No se las ve. Pero
existen. El demonio trabaja por todas partes. El diablo está
en Fátima, en Lourdes, por todas partes. Y con toda
seguridad está en el Vaticano...» En cualquier caso, con
Jesús, el gran revolucionario y librepensador, todo esto no
tiene nada que ver. Él fue un hombre del pueblo, que detestó
toda ostentación. Las reacciones no se han hecho esperar.
Políticos adeptos a la Iglesia insultaron a los estudiantes
calificándolos de «intolerantes». Esto no es nada nuevo: Los
representantes de la Iglesia siempre han hecho que las
víctimas sean los autores del crimen —como en el caso de
Giordano Bruno o Galileo Galilei—, y ellos mismos, es decir
los hechores, tan pronto se les critica se declaran
víctimas.
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