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OPINIÓN - VIERNES, 25 DE ENERO DE 2008

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Mordiscos a la Manzana

Tantos años, tanta tinta y tantos lodos después, la Manzana del Revellín sigue recibiendo mordiscos de personajes de todo pelaje: políticos, mediáticos, sociales, empresariales... Con el inicio del año y el debate organizado alrededor del traslado o no del Mercado Central de Abastos a la singular obra de Siza el personal se ha apuntado a pelar la Manzana por un lado y por otro en función de sus intereses puntuales y personales. La Manzana del Revellín parece servir para todo, curiosamente a quienes menos les afecta el asunto, porque ya es paradójico que quienes más se están jugando en este tema, (los concesionarios del Mercado, el prestigioso arquitecto portugués Álvaro Siza...) son precisamente quienes se han movido con más juicio hasta ahora. De su boca no ha salido hasta la fecha ninguna filtración interesada como las que han trufado portadas últimamente con la única intención de permanecer bien agarrados al machito del poder. Es bien sabido que la época de listas es la que genera mayores tensiones internas en los partidos políticos. Que quien más y quien menos trata de demostrar entonces que, por disparatadas que parezcan sus decisiones, el simple hecho de sacarlas adelante aún con la oposición de quienes les rodean pone de manifiesto quién es patrón y quién es capitán tras unas siglas.

El problema surge cuando, en esa tarea, uno no sólo se lleva por delante parte de la credibilidad y la imagen de la formación política a la que pertenece, sino que no duda en jugar con los intereses generales de toda una ciudad dinamitando el análisis de estudios preparados con dedicación, detalle (y mucho dinero público). El ejercicio de la responsabilidad pública exige que en todas las ocasiones, quien la ejerza, se comporte respetuosamente no sólo hacia sus compañeros de trabajo, sino también hacia los ciudadanos.

Y a los ciudadanos, cuando se les despieza la información en beneficio propio, se les cuenta al mismo tiempo una media verdad y una media mentira. Lo peor de todo es que el que tendría que actuar, desde dentro para frenarlo, mire hacia otro lado, o ¿quizá es que no puede?.
 

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