Mientras seguimos como quien dice
“a la escucha” y al análisis de las posibles reacciones,
tras la confidencia de fuentes del Palacio Real de Marruecos
sobre la posibilidad de un futuro acuerdo de “cosoberanía”
sobre Ceuta y Melilla a la que estaría abierto el presidente
“Sapatero”, tasquemos un poco el freno (“chuia, chuia, jais”)
y quedemos (“bleti, bleti”) a la espera. Con independencia
de los criterios de Rodríguez Zapatero y sin entrar ahora en
ellos, no olvidemos que éste es presidente de un país,
España, en el que al contrario que en Marruecos las cosas no
funcionan verticalmente, con “impulso soberano” como
escribió el poeta: si el Reino de Marruecos es una
“Monarquía ejecutiva”, el Reino de España es una “Monarquía
constitucional”. Hay unos procedimientos, una “hoja de ruta”
legal de obligado cumplimiento que, para el hipotético caso
de la soberanía compartida sobre ambas ciudades (Ceuta y
Melilla están firmemente ancladas en la realidad política
española), debería pasarse indefectiblemente por dos pasos:
primero, una reforma de la Constitución que contemplara esta
posibilidad; después, tal renuncia a la soberanía debería
ser ratificada por las Cortes. “Mi querida España, esta
España mía, esta España nuestra” que cantaba la malograda
Cecilia se nos ha vuelto un país un tanto flojeras y, cierto
es, no creo que la población española asumiera al día de hoy
la pérdida de una gota de sangre por Ceuta o Melilla (y la
llamada “sociedad caballa” menos aun: al primer rumor de
guerra saldría, para qué engañarnos, volando para la
Península); pero de eso a consentir, así por las buenas, una
cesión de soberanía hay un largo trecho y ahí Marruecos
pincharía en hueso. La “cosoberanía” sobe un territorio en
litigio suele ser el punto de acuerdo al que se llega tras
un enconado conflicto y, digo yo: ¿acaso estamos en guerra
con Marruecos por el caso de Ceuta y Melilla y nosotros, los
españoles digo, tan pánfilos sin enterarnos…?.
Lo que esta ahora mismo por ver son dos cosas:
a) Por un lado la previsible activación y movilización de
los marroquíes residentes en España, más de un millón de
personas y al menos la mitad en situación ilegal.
b) Por otro los planes tácticos de la “diplomacia paralela”
activada por Rabat que, después de la última “movida” en la
zona del islote de Perejil el 14 del pasado diciembre, ha
entrado en una dinámica más agresiva y envolvente.
Efectivamente y si el lector repasa las columnas de esos
días (“Tres hervores de Perejil”) se encontrará con la
puesta en marcha de una nueva “macroasociación” que acaba de
cristalizar: la “Comisión Preparatoria del Frente de Defensa
por la Unidad Territorial Nacional”, de rimbombante nombre y
al que acaban de incorporarse dos asociaciones, una de ellas
la poderosa e influyente (medios no le faltan y aval
soberano tampoco) “Asociación Pro Sáhara Marroquí”. Acaban
de sacar un comunicado sin desperdicio que ya les comentaré.
Mientras tanto corren rumores por la frontera sobre un
“asalto ciudadano” para colocar la bandera de Marruecos en
“Leila”, nombre con el que en el vecino país denominan al
islote de Perejil, antes de las elecciones del 9 de marzo.
Yo no lo creo y mañana les diré por qué.
|