Cuando murió Vicente Zabala
Portolés, escritor y crítico taurino de renombre, a mí
me dio por escribir de él. Pues como aficionado a los toros
me había convertido en un lector asiduo de sus crónicas en
ABC. Nunca pensé que aquella nota, publicada en Ceuta,
pudiera caer en las manos de su director. Por consiguiente,
cuando abrí el buzón de correo y descubrí una carta con
membrete de Prensa española y cuyo contenido pertenecía a
Luis María Anson, sentí la felicidad momentánea de quien
jamás esperaba recibir semejante misiva.
Por aquellas fechas, diciembre de 1995, que es cuando se
produjo el fallecimiento de Zabala mientras volaba a la
Feria de Cali, yo ya había leído “Don Juan”: la monumental
obra de Anson. Así como muchas de sus “tercera” en el
periódico monárquico. Y mi admiración por él periodista y
escritor se había gestado mucho antes de verme gratificado
por el detalle que había tenido conmigo.
Leyendo “Don Juan”, una obra que desvela algunos de los
secretos mejor guardados de una época que va desde el
reinado de Alfonso XIII hasta la consolidación de la
Monarquía democrática con el Rey Juan Carlos,
comprendí que Luis María Anson había querido siempre una
monarquía española, liberal, democrática y parlamentaria,
incluso popular. Y, desde luego, estaba sin tapujos contra
Franco.
He aquí lo que dice del Caudillo en el libro: “Franco al
mirarse en el espejo se ve como un Quijote alto,
erguido, caballeroso, idealista y magnífico. Es un pobre
Sancho Panza, pegado a la realidad, mediocre en defensa
de su supervivencia. Los sueños imperiales reposan ya en los
trasteros de la Historia.
Pues bien, con su carta en mi poder, la de un periodista tan
grande –Umbral dijo de él que era el Truman Capote
de la monarquía. O el Saint Simon- y escritor
político inconmensurable, me fui a celebrarlo en un local
cercano al periódico. Dos fueron los guískis que bebí a su
salud, mientras repasaba, una y otra vez sus líneas: “Mi
querido amigo y compañero: No quiero dejar de ponerte estas
líneas para agradecerte la columna que dedicas en tu
periódico a la muerte de Vicente Zabala y a la crónica que
escribí desde Cali. Un fuerte abrazo”.
Desde entonces me he venido entusiasmando con sus “Canela
Fina”, con sus ensayos, con su verbo cultivado y capaz de
poner en su sitio al lucero del alba. Y sobre todo me sigue
admirando su vitalidad literaria, su dialéctica, y desde
luego esa mirada que expande sobre las mujeres para
distinguirlas con requiebros que suelen ser estrellas en
medio de una vulgaridad apabullante.
Pero llega lo peor. Ay: un pero adversativo que jamás me
hubiera gustado esgrimir contra un Anson a quien le pierde,
últimamente, la aversión que siente por Zapatero. Hasta el
punto de haber cometido un desliz imperdonable en él: ha
usado el nombre de Ceuta como reclamo espectacular en el
nacimiento de un Diario en Internet presidido por él. Se
llama “El Imparcial”. Y en su portada destaca una fotografía
del presidente del Gobierno con Mohamed VI. Con el
único fin de decirnos que de fuentes próximas al Palacio
Real Marroquí aseguran que “Zapatero tendría decidido abrir
negociaciones sobre el futuro de Ceuta y Melilla, en caso de
ganar las elecciones”. ¡Qué faena! ¡Qué manera de perder el
oremus! ¡Qué egoísmo al servicio del PP! ¡Qué pena, maestro
Anson!
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