Hoy, por el domingo, he tenido
ganas de ver al Ceuta en el Alfonso Murube en su partido
contra el Marbella y he acudido con la esperanza de ver
goles que aúpen al equipo a lo alto de la clasificación.
Bueno, el gozo en un pozo. Este equipo tiene ciertas
semejanzas con el F.C. Barcelona en sus horas bajas.
Esa semejanza está en la técnica: mucho movimiento de balón
entre los jugadores ceutíes y pocos disparos a puerta. Pasan
casi todo el partido en su área, desde el centro del campo
hasta el borde del área chica, o sea dos pases atrás y uno
adelante. Los poquísimos disparos a puerta son tan desviados
que parecen tirados por “petardos”. Mientras el portero
marbellí se pasa todo el partido haciendo puñetas con los
dedos de ambas manos.
Bueno, no estoy en plan cronista ni crítico deportivo porque
no es lo mío. Expertos sobran en “El Pueblo de Ceuta” que
dejarán las cosas en su sitio. El 0-0 inaguantable, de
veras.
Vuelvo sobre la política y el desencuentro de dos amores que
ni se saludan usando las mínimas manera de la educación. Me
estoy refiriendo a Aguirre y Gallardón… y ¿cómo no? a
Mariano Rajoy.
El presidente del PP está obteniendo el caché más bajo que
un político pudiera conseguir. Su anuncio de que suprimirá
como asignatura específica la de Educación para la
Ciudadanía, además de garantizar por ley la enseñanza de la
lengua castellana en toda España y en todas las etapas
educativas no es más que una manera de imponer una
alternativa demagoga y trasnochada que se contradice con la
siguiente aseveración de que no quiere adoctrinar a nadie y
quiere libertad.
Por suerte, en ese mitin referido a la Educación, los
asistentes estaban más pendientes de Gallardón que de las
palabras del orador de turno.
Quiero hacer, como opinión propia, una divagación sobre las
intenciones del PP en materia de Educación y concretamente
sobre la Educación para la Ciudadanía.
Si Mariano Rajoy aboga en que no quiere adoctrinar a nadie y
quiere libertad… ¿a qué se refiere con esas palabras? si
empezamos con que impondrá condiciones en la que la religión
viene incrustada forzosamente, se ve desde lejos, al
suprimir la Educación para la Ciudadanía.
Lo que pretende el líder pepero no es otra cosa que volver
al pasado. Las palabras sobre el resto de intenciones
educativas son exactamente palabras de otros políticos de
otros partidos, lo que resulta que no es más que un
repetidor de intenciones.
Las supuestas doctrinas, que imagina Rajoy, de la Educación
para la Ciudadanía no son tales cuando permite tanta
libertad de aprender temas que los peperos consideran tabúes
pero que ellos mismos utilizan de manera personal.
Sus propias palabras muestran la falsedad de las
manifestaciones que hace: todo lo que han hecho los peperos
quieren ahora achacárselos a otros: los que se han ocupado
verdaderamente de la educación; de las clases más modestas
(el PP es el único partido que distingue clases en España);
de los precios; de los salarios; de las hipotecas y de las
pensiones no se han ocupado de criticar la alternativa del
PP… porque tal alternativa no existe. Es una vuelta completa
al pasado. Por algo se califican como conservadores. Que se
han pasado toda la legislatura criticando y votando no a
cualquier propuesta en su planteamiento insensato del todo
vale.
La conducta de los conservadores está reseñada en múltiples
historias escritas y palpables: nunca, pero nunca, han dado
oportunidad a los hijos de las clases más modestas, como él
las define, para que accedan a las universidades y así
subírseles a las barbas, literalmente. Ahora dice que sí
dará oportunidades… no se lo cree ni él.
Dice Rajoy que no acepta que exista una España a distintas
velocidades en materia educativa… ¡si es lo que han estado
haciendo siempre los conservadores! Impulsan el sistema
educativo en dos o más velocidades desde siempre y ahora
pretenden rectificar sobre el papel de los votos.
Menuda utopía quieren darnos.
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