Una vez he hablado yo con la
portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea.
Fue por teléfono y mantuvimos una charla breve, porque el
Madrid estaba jugando un partido de la Liga de Campeones en
el Bernabéu. Y ella, aunque inexperta en su tarea como
diputada, sabía sobradamente que estaba poniendo a prueba mi
tranquilidad.
A mí me han hablado muy bien de Inmaculada Ramírez. Y
confieso que leo y oigo sus declaraciones. Por más que aún
siga conservando un mal recuerdo de ella. La sigo viendo con
el rostro desencajado y la irritación subida de tono en un
acto correspondiente a la campaña electoral, celebrado en
una dependencia del Hotel Parador La Muralla.
Sí, a mí me parece que era ella la señora que gritaba contra
mí por creer que mis preguntas a Antonia María Palomo,
sometida a un cuestionario televisado, estaban preñadas de
animosidad contra la candidata a la presidencia de la Ciudad
y contra el partido socialista. Sobre todo en el momento en
el cual le vaticiné a la candidata su más que estrepitosa
derrota y le auguré malos tiempos al PSOE de Ceuta.
En aquellos momentos, rodeado de periodistas que habían
acordado las preguntas que tenían que hacerle a la
candidata, bajo la coordinación de quien más mandaba –no sé
si continúa siendo el sheriff - en Radio Televisión Ceuta, y
soportando gritos e insultos de los socialistas que llenaban
la sala de invitados, observé muy descompuesta a una mujer
que nunca antes había visto. Luego, cuando supe quién era
Inmaculada Ramírez, comprendí la diferencia que existe entre
el estado normal de una persona y el que ofrece cuando está
alterada por la pasión que desemboca en la histeria.
Transcurridos ya muchos meses desde la campaña electoral,
todavía me cuesta trabajo hacerme a la idea de que
Inmaculada Ramírez hubiera podido sumarse a ese furor
colectivo contra mí en el cual Juan José León Molina
parecía muy a gusto jugando su papel de joven perteneciente
a una barra brava de cualquier estadio argentino Y es así,
porque a medida que he leído y oído sus declaraciones,
entiendo que su estilo no casa con aquella señora que una
noche, desafortunada, bramaba a voz en cuello contra mí por
las preguntas que decidí hacerle a la entonces secretaria
general de los socialistas y candidata la presidencia de la
Ciudad.
Las últimas declaraciones que le he leído a la portavoz del
partido socialista -de Ceuta- son las que venían en una
entrevista publicada el domingo por este periódico. Y me ha
extrañado que diga que “el PP se ha convertido en una
agencia de empleo”. Toma del frasco. Que hubiera dicho el
irrepetible Jaime Campmany. ¿Acaso el PSOE se puede
permitir el lujo de despreciar el clientelismo?
También le he leído, entre otras perlas más, que la
política, a pesar de las mentiras, del humo que se vende, y
de la demagogia que impera, engancha. Y se me ocurre decirle
que procure no convertirse en una profesional de ella. Para
no tener que depender del líder de su partido. Lo cual
siempre será un peligro para usted y para los ciudadanos.
Porque hará cualquier cosa para estar siempre en el machito.
Las personas cultas, eficaces y con escrúpulos morales no
llegan nunca lejos en nuestro sistema político. Tengo la
impresión de que usted todavía está en período de rodaje.
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