Con los crímenes pasa como con la
demagógica palabrería política. Que, a fuerza de repetirse,
dejan de sorprender y se encajan hasta con una pizca de
resignación. ¿Qué por que mezclo churras con merinas y a
soplagaitas con asesinos? No mezclo ni entremezclo. Solo
comparo y digo lo de siempre, lo que escribía cuando, hace
unos años, los piojosos de la ETA andaban atentando todo el
puto día y los puercos nacionalistas subvencionando
viajecitos de familiares a ver a los chorizacos etarras a
las prisiones. ¡Que venga el fiscal de la Malaya y tire de
la Ley Penal y de la malversación la prevaricación y todo lo
terminado en “on”! ¿Qué si puede imputar a los peneuvistas
porque, el que más y el que menos es un traidor y un cagón?
Pues por menos se ha imputado a criaturas y a adolescentes
por tal de joder a sus padres.¡Que asco tíos!.
Pero, a lo que iba. ¿Qué ponga en orden mis ideas de una
repajolera vez? Las pongo en orden. En primer lugar, ante un
atentado de los mierdosos etarras hay que expresar
públicamente “la repulsa, la condena y el rechazo ante la
barbarie” siempre igual, sin variar los términos y luego,
para amedrentar a los criminales “el minuto de silencio”.
¿Han visto ustedes, a lo largo de sus fatigosas vidas, una
cursilería similar?. Nada de “No nos toquéis las pelotas
porque, mañana os retiramos las competencias en Seguridad
Ciudadana y os metemos en Bilbao al Tercio de Melilla” Nada
de “Ahora os vamos a joder. Los etarras presos a módulos de
comunes de los malos, con mucho engancháo, a cumplir a
Ceuta, a Melilla y a Canarias y al primer pringáo con cargo
que suelte un duro a las familias de los presos le
empapelamos por malversador y por cooperación terrorista
¡Ahora os vais a cagar!”. Nada de hombría, pelotas, echarse
p´alante, responder con su miajita de toque celtíbero, nada
de nada.
¿Qué “los violentos” son malosos y nosotros florecillas de
la Santísima Virgen? Bueno, eso dirán ustedes, porque, los
españoles que yo conozco y trato tienen una conexión y
presentan una simbiosis total con mi alma rifeña y son
marianos, porque estamos en la tierra de María Santísima, no
en vano dice la tradición que “La Virgen del Rocío, no es
obra humana. Que bajó de os cielos, una mañana. Eso sería.
Para ser Reina y Madre de Andalucía” ¡Miren, miren! ¡Lo
recito y se me ponen los pelos como escarpias! Marianos sí,
pero florecillas en el campo y cojones en las trincheras,
que nos diga los gori gori el capellán, y tiramos para el
País Vasco y se acaba la kale borroka y la puta que la parió
en tanga de leopardo.
Pero, a lo que voy. Cuando existe un crimen que se repite y
siempre se recita la misma cantinela ñoña, las palabras se
abaratan, pierden sentido y se convierten en segundas
rebajas. Por mucho ensañamiento que suponga el crimen.
Aunque, ni los puercos melindrosos etarras, que, cuando cae
uno les siguen veintiuno y claman por sus derechos como
damiselas de almanaque victoriano. Ni esa escoria,
perfectamente desechable si la Ley permitiera las sillas que
echan humillo, al estilo americano, pueden equipararse ni
mejorar en perversidad el último caso de violencia doméstica
acontecido hace unas pocas fechas en Málaga y más
concretamente en la barriada de la Palma.
El criminal ensartó un cuchillo en el abdomen de su pobre
mujer, que salió corriendo a pedir auxilio a las vecinas y
el individuo, ciego de furor, se atrincheró en el piso
mientras llegaba la policía, a la que habían alertado y que
contempló con incredulidad como, el “presunto” arrojaba por
la ventana de su vivienda un hacha, un cuchillo, varios
monos, una serpiente y un mapache (La Opinión viernes 17 de
enero). Lo del hacha y el cuchillo es normal, para hacer
desaparecer pruebas incriminatorias, pero nunca, jamás, un
etarra, ha lanzado por una ventana a varios monos, una
serpiente y menos aún a un mapache. ¿Qué culpa tendría el
mapache? Los monos pueden pasar, porque dicen que se ha
conseguido que algunos tecleen en el ordenador (los
científicos lo afirman en los últimos trabajos sobre
inteligencia) y los simios, a las malas y reveníos por ver
apuñalada a su ama, podían testificar y chivarse. Que tirara
la bicha no es raro, porque, nos hay que fiarse de las
lenguas de las serpientes ¿Pero al mapache, por qué? Ese
ensañamiento, tras el ataque, del que la víctima se recupera
en el hospital, esa crueldad refinada y perversa… ¡Y encima
el agresor le pegó a un guardia!. Los horrores, a fuerza de
repetirse, aunque causen idéntica indignación, dejan de
provocar incredulidad y tan solo se rabia por atajarlos de
la peor manera posible. Por pelotas. Pero lo de la cuadrilla
de monos, la bicha ¡Y el mapache!. ¿Hasta donde vamos a
llegar?.
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